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Actualizado: 20 de julio de 2025
He deplorado amargamente mi imprudencia, pero, una vez cometida la falta, ¿podía yo hacer traición a la que se había entregado a mí con toda confianza? Se había entregado... por interés; por hacerte sacar las castañas del fuego, tontilla. No pensé en eso al verla tan desolada, tan infeliz. Y después no he creído que debía cometer un perjurio.
¡India, Pampa, china fea! dijo adelantando la zarpa de nuevo. Ella le pidió castañas; él la dió un puntapié. Y se marchó, soplándose los dedos: tanto frío hacía.
Juanita, que gustaba mucho de las castañas, como la Amarilis de Virgilio, se avino a que don Pascual le comprase un cuarterón de pilongas, que también se iba comiendo sin el menor melindre.
A don Pascual le bastó con una que ella le dio con fineza, porque como don Pascual no tenía dientes, no la podía roer ni mascar y la tuvo hora y media en la boca, tratando en balde de ablandarla, y recordando que sin duda por eso, así como por su baratura, se llaman las castañas pilongas caramelos de cadete.
Y diciendo esto, de un pañuelo que cogido por las cuatro puntas traía, sacó sucesivamente varios pedazos de turrón y algunos puñados de cascajo, castañas, nueces, avellanas y bellotas. Al poner sobre la cómoda la última porción de tan variados bastimentos, lanzó de su pecho un suspiro enorme. «¿Todo eso has traído? preguntó Mariano . ¿Y el pavo? Yo quiero pavo.
No me asombró tanto la noticia de que allí escaseaba mucho el dinero, por ser un linaje de escasez muy común en todas partes; pero me pareció muy de notarse la de que, en cambio, eran moneda corriente los frutos de la tierra, como en los pueblos primitivos; y así sucede que hay servicios muy importantes que se pagan con media docena de panojas o con un maquilero de castañas.
No llores, Anís le dijo Paca , no llores y te daré dos castañas que tengo en la faltriquera. ¿De verdad? preguntó Anís. Paca sacó las castañas y se las dio; y en lugar de lágrimas se vieron tan luego brillar a la luz de la llama dos hileras de blancos dientecitos en el rostro de Anís.
El diablo, harto de carne... Regalaban a las traperas una sábana por año, y arroz y castañas por Navidad; pero las obligaban a oír la explicación de la Doctrina dos veces por semana. En Carnaval había gran reunión, para pedir al Señor que perdonase las locuras del mundo, y comenzaba la fatigosa época de la Cuaresma. Las que faltaban a estas grandes solemnidades perdían la sábana.
Sobre todo, aquel chicuelo andrajosa que en una mano tiene un billete de lotería, y con la otra le roba bonitamente las castañas del cesto á la tía Lambrijas, hace desternillar de risa á todos. En suma: el Nacimiento número uno de Madrid es el de aquella casa, una de las más principales, y ha reunido en sus salones á los niños más lindos y más juiciosos de veinte calles á la redonda.
Sacóle de su desvariado ensueño el ruido que produjo al caer á sus pies un erizo de castañas desprendido del árbol por la madurez, más que por el viento. Sin darse cuenta de ello, había tomado la carretera de la Segada, y notó con sorpresa que estaba ya bastante cerca del puente. La noche era fresca y apacible.
Palabra del Dia
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