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Que otros saquen las castañas del fuego para que vosotros os estéis como unos papanatas oyendo historias con la boca abierta. ¡Buena cerveza! Nuestros seis mil tunantes, el príncipe y sus caballeros, yo y la mula con el cobertor de pluma salimos por fin de Turena, dejando allí sangrienta memoria.

¿Qué antiguallas estás ensartando ahí, querido primo? exclamó el Sr. de las Matas con sonrisa irónica. ¡Que somos felices con nuestras castañas y nuestro ganado!

Pero venga usted acá, señor don Gil dijo Calleja, haciendo todo lo posible por engrosar la voz. ¡Si sabré yo quién es Alcalá Galiano y los puntillos que calzan todos ellos! ¡A con esas! Yo, que les calo á todos desde que les veo, y no tengo más que oírles decir castañas para saber de qué palo están hechos....

Durante, ese tiempo, los niños, que parecían aterrados por la presencia del inspector, concluyeron pronto de comer las castañas y el queso blanco. ¡Y siempre agua, sólo agua en la mesa! Sin embargo, ¡hubiera venido tan bien un trago de vino a los pequeños! ¡Ah, miseria!

Los muchachos corrieron hacia Momo, quien de un golpe vació las alforjas, y de ellas salieron, como de un cuerno de la Abundancia, largas cáfilas de frutas de invierno, con las que se suele festejar en España la víspera de Todos Santos: nueces, castañas, granadas, batatas, etc. Si Marisalada nos trajera mañana algún pescado dijo la mayor de las muchachas , tendríamos jolgorio.

Conocía los árboles y tenía de cada uno algún recuerdo. «Al pie de éste hicimos una hoguera Telva, Rosaura y yo y asamos castañas. De este tan alto se cayó Celso el de la tía Basilisa, antes de ir al servicio del rey, y no se hizo daño ninguno... ¡qué susto nos dió!... En ese otro escribió Juanín de Mardana mi nombre... ¡aquí está!»... Tales recuerdos dilataron su corazón.

¡Buenos días, Daniel! ¡Buenos días, Colon! ¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Bah! ¡Esto está que arde, Hullin! , ; este invierno vamos a oír crujir las castañas. Buenos días, amigo Jerónimo; ha llegado la hora de los grandes acontecimientos. , Juan Claudio, y hay que esperar que, con la ayuda de Dios, saldremos de ellos.

El marqués se encaró con la moza. ¿No tengo dicho que no quiero aquí pendones? Y ella contestó apaciblemente, colgando el candil en la pilastra de la chimenea: No hacía mal..., me ayudaba a pelar castañas. Tal vez iba el marqués a echar la casa abajo, si Primitivo, con mayor imperio y enojo que su amo mismo, no terciase en la cuestión, reprendiendo a la muchacha.

Usted querrá coches, y lacayos, y querrá dulce de castañas, señora muñeca. Vamos, vamos a pasearPero en cuanto estuvo Piedad donde no la veían, dejó a la muñeca en un tronco, de cara contra el árbol. Y se sentó sola, a pensar, sin levantar la cabeza, con la cara entre las dos manecitas. De pronto echó a correr, de miedo de que se hubiese llevado el agua el ramo de nomeolvides.

Es allí muy corriente la de emigrar durante el verano los hombres mozos a provincias tan lejanas como las de Aragón, para ejercer el oficio de serradores de madera, o las de Castilla, con aperos de labor o con castañas, para cambiarlos por trigo o por dinero.