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Actualizado: 24 de octubre de 2025


Así, iremos viendo, verbigracia, en el curso de esta novela, Dar gato por demonio, Irse al infierno en coche y en alma, Preñada de medio ojo, Astrólogo regoldano, Lo que es del diablo, el diablo se lo ha de llevar, Si Dios me tiene de sus consonantes, Siempre quiebra la soga por lo más forastero, Salud y consonantes, Servir a su Majestad con dos comedias en Orán, meras modificaciones de los refranes y frases Dar gato por liebre, Irse al infierno en cuerpo y alma, Tapada de medio ojo, Castaña regoldana, Lo que es del agua, el agua se lo lleva, Si Dios me tiene de su mano, Siempre quiebra la soga por lo más delgado, Salud y gracia, y Servirá su Majestad con dos lanzas en Orán.

La joven guardó silencio. Ahora no importa nada prosiguió porque ya están todos los frutos recogidos; pero si hubiera caído antes, no nos deja ni una castaña ni un grano de maíz; ¡je, je! Granate sintiose feliz al emitir esta idea, a juzgar por la expresión de placer que brillaba en sus ojos.

Y en este desabridísimo noviazgo pasaron algunos meses, al cabo de los cuales Baldomero se soltó y despabiló algo. Su boca se fue desellando poquito a poco hasta que rompió, como un erizo de castaña que madura y se abre, dejando ver el sazonado fruto.

Habíase vestido decentemente, sus cabellos, bien peinados y recogidos en una castaña, acreditaban el celo de Dolores, que era quien se había encargado de su tocado.

Un solo collar de perlas rodeaba su cuello y una peineta de brillantes chispeaba en su cabellera castaña. Con expresión imperiosa y casi amenazadora paseó una mirada por el auditorio como si buscase á los que debían atacarla y al que había prometido defenderla, y sus ojos pasaron sin detenerse por Marenval, Tragomer y Vesín, para detenerse interrogadores en Sorege.

Toribio le dijo, ¿por qué te entretienes aquí sacudiendo á esta morralla que no vale una castaña asada, cuando allá abajo el nieto de la tía Basilisa, más furioso que un jabalí, está volcando los mozos como si fuesen pucheros de barro?

Vamos, amigo Rocchio, no sea usted malo, que no es tan fiero como quiere hacerse; no es la primera vez que usted me concede plazos, y más largos todavía. Será en junio... ¡piense cómo está el mercado! ¡hasta Schlingen! Rocchio, siempre encrespado, refunfuñaba: Y su alhajita de primo, el joven Vargas, también me dará la castaña... No dijo Jacintito, no le he visto. Con que quedamos que en junio.

Era guapo a lo romántico, de estatura regular, rostro ovalado pálido, de hermosa cabellera castaña, fina y con bucles, pie pequeño, buena pierna, esbelto, delgado, y vestía bien, sin afectación, su ropa humilde, no del todo mal cortada.

Nucha montaba la borriquilla, y su marido la yegua castaña; Julián los acompañaba en mula; alguno de los perros favoritos del marqués se incorporaba a la comitiva siempre, y dos mozos, vestidos con la ropa dominguera, la más bordada faja, el sombrero de fieltro nuevecito, empuñando varas verdes que columpiaban al andar, iban de espolistas, encargados de tener mano de las monturas cuando se apeasen los jinetes.

Su complicado y elegantísimo vestido, que era el del país, se componia de una camisa de muselina muy blanca, sin cuello, graciosamente plegada en el pecho, con anchas mangas abombadas hasta la mitad de los brazos; un corpino de seda violeta con ribetes azules, abotonado por delante y muy avanzado hácia abajo, llegando solo hasta la altura de la mitad del pecho y la espalda, y sujeto con unas cadenas de plata en forma de calzonarias; estas se desprendian de los hombros, por dos piezas de seda azul que los cubrian, y caian pendientes hasta abajo de la cintura, sobre enaguas muy plegadas y nada ampulosas, de una especie de muselina de color de castaña, que salian debajo del corpiño.

Palabra del Dia

aprietes

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