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Actualizado: 5 de julio de 2025
Dió un rápido salto atrás para librarse de la serpiente, y en seguida le asestó otro terrible hachazo, que la tendió en la yerba con el casco de la cabeza partido en dos. ¡Pobre muchacho mío! exclamó el valiente Capitán acudiendo adonde estaba el chino . ¿Te ha roto las costillas?
Corrí también allá, y entonces un casco de metralla me hirió en el hombro, lo que me asustó en extremo, creyendo que mi herida era mortal y que iba a exhalar el último suspiro. Mi turbación no me impidió entrar en la cámara, donde por la mucha sangre que brotaba de mi herida me debilité, quedando por un momento desvanecido.
Aquí, debajo de este casco de hueso, hay un nido en el cual una madre grande y enroscada está pariendo sin cesar... El palacio, mi abuela, mi hermano criminal, yo sin botas, yo llena de deudas, y luego aquel, aquel, aquel, que ha venido a trastornarme más... ¡Qué hermosos, qué divinos ojos los de mi madre!
Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de Liquidación por saldo, a real y medio la pieza, y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces. En la fabricación de esta soberbia piedra había sido empleado el casco más valioso de un fondo de vaso.
Pero cuando pensaban ya en qué castigo deberían imponer á Flimnap y sus compañeros, los párrafos obscuros y descorazonantes del profesor hicieron resurgir su optimismo y su bondad. Una de las varias muchachas de la Guardia que curioseaban en torno del revólver se había quitado el casco para asomarse á la negra boca del cañón del arma.
El casco todo y los restos de su arboladura retemblaron un instante: parecía que intentaban vencer el obstáculo interpuesto en su camino; pero éste fue mayor, y el buque, inclinándose sucesivamente de uno y otro costado, hundió su popa, y después de un espantoso crujido, quedó sin movimiento.
Hay que advertir que don Melchor sentía un cariño ciego, casi adoración por la prometida de su sobrino. Para él aquella criatura era sagrada. Desde que Gonzalo se fijó en ella y él lo supo, la hizo objeto de una observación pertinaz lo mismo que si estuviese reconociendo el casco de un buque antes de arbolarlo.
Después llamó la atención de D. Evaristo la facha de un hombre que iba por entre las mesas, el cual sujeto más bien parecía momia animada por arte de brujería. «Yo conozco esta cara se dijo Feijoo . ¡Ah! ya; es el que llamábamos Ramsés II, el pobre Villaamil que sólo necesitaba dos meses para jubilarse». Acercose tímidamente este desgraciado a Villalonga, que ya estaba levantado para marcharse; y en actitud cohibida, echando los ojos fuera del casco, le habló de algo que debía ser los maldecidos dos meses.
Por esto cuando Leonora se presentó sobre las tablas un invierno con el alado casco de walkiria, tremolando la lanza de virgen belicosa, prodújose aquella explosión de entusiasmo que había de seguirla en toda su carrera. El mismo Hans se estremeció en su sillón de director, admirando la facilidad con que su amante había sabido asimilarse el espíritu del maestro.
Momaren, que aspiraba á ser un asceta del estudio, dedicando á la ciencia su vida entera, sin las preocupaciones de familia, que estorban la concentración silenciosa del pensamiento, fué débil, y cayó vencido, como cualquiera de esas muchachas del casco con aletas que estudian para oficiales en nuestra Escuela militar.
Palabra del Dia
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