Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 31 de mayo de 2025


Miró con ojos escrutadores por algunos instantes a su querida, y haciendo un esfuerzo por sonreír, dijo, tornando a sentarse al lado de ella: ¡Pero qué animal soy! ¡Vaya una bromita salada, y qué bien que te habrás reído de ! ¿Qué dices? preguntó la Amparo estupefacta. ¡Venga esa cartera, picaruela! Venga esa cartera.

Amparito, nunca te he visto tan enfadada, ni tan guapa tampoco.... Aquí está la invitación dijo sacando la cartera. Métela en ... exclamó la sultana con desprecio. Fué preciso que el banquero se humillase a rogarle que la aceptara. Al cabo de muchas súplicas se dignó tomarla. Bien; déjala ahí y vete al pasillo por haberme puesto tan nerviosa.

Fué a cerrar la puerta que su mujer dejó abierta, y acercándose a ésta le dijo con afectada naturalidad: El cajero me ha entregado hoy un recibo tuyo de quince mil pesetas.... Aquí está. Sacó la cartera y de ella un papelito satinado y oloroso, que presentó a su esposa. Esta lo miró un instante con semblante grave, sombrío, sin pestañear, y guardó silencio.

En el bolsillo de una pequeña cartera de apuntes, que formaba parte de lo que había en la maleta, descubrí varias cartas, todas las cuales examiné y vi que no eran de importancia, salvo una, sucia y mal escrita en incorrecto italiano, que contenía algunas frases que despertaron mi curiosidad.

En cuanto se vió sola, la señorita Guichard se apoderó de la jaquette de su huésped, la registró con mano febril, descubrió una cartera, la abrió y tomando una tarjeta, leyó: Mauricio Aubry.

Este desórden es el que á me place; despues de haber descrito la iglesia de la Salud en una de las anteriores páginas, he vuelto á ocuparme de ella; la razon es muy sencilla, hojeando la cartera de viajes he encontrado nuevos detalles: los traslado á este libro, precipitadamente escrito.

Visita le ayudaba a subir y bajar las escaleras del Banco y los coches de punto, le llevaba los rollos de valores, le tenía por el bastón mientras firmaba documentos o contaba billetes y le echaba la goma a la cartera. ¡Y que no hacía ella estas cosas con poco gozo! La cuitada se juzgaba tan inútil que cuando podía prestar algún servicio su corazón se inundaba de alegría.

Al tener a cada uno en su puesto, lo palpaba minuciosamente, extrayendo de sus ropas la cartera, el monedero, las llaves, los papeles, todo lo que pudiera ser un obstáculo para la bala mortal.

Sobre ella hallábase abierta y extendida la pequeña maleta, y en el cajón superior, cerrado con llave que tenía él en su bolsillo, estaba la cartera de viaje. Sacó el gran cartapacio que dentro venía, y púsolo sobre un velador que había en el centro.

No abría un libro, el piano permanecía cerrado, su querida cartera no recibía ya sus impresiones, ni los extractos de sus poetas favoritos; había perdido su tendencia al entusiasmo y a conmoverse tiernamente, que tanto la había distinguido, y contraído la tan vulgar y detestable manía parisiense de la crítica perpetua.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando