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Actualizado: 9 de noviembre de 2025
La Villasis, apoyada en la ventana, seguía con la vista los juegos y carreras de aquel bello ángel, que ocupaba y llenaba por completo su corazón, con ser este tan grande. Era aquella niña su nieta, hija de su única hija, muerta al darla a luz cinco años antes, y huérfana también de padre.
Uno de los mancebos más elegantes, que se había preparado en Madrid para cinco carreras especiales consecutivamente, sostenía la primacía de los maestros alemanes, asegurando que no había óperas como Roberto, Hugonotes y Profeta, ni música sinfónica que pudiera competir con la de Beethoven y Mozart.
Participaba con él de las fiestas del mundo de contrabando, de las partidas de jóvenes, de las carreras, de los almuerzos en los restaurants.
Pues qué, ¿Filipinas querrá usted decirme que no es Ultramar? preguntó don Rudesindo con la faz descompuesta. ¡Nada, nada, siga el chaparrón! La diferencia principal, señores, que existe entre el cocodrilo y el caimán dijo a esta sazón con autoridad don Lorenzo es que el cocodrilo tiene tres carreras de dientes y el caimán sólo tiene dos. ¡No es eso, hombre, no es eso!
El dos por ciento de los que lo dicen... si hoy nadie lee, ché, nada más que los programas de las carreras y la crónica social de los diarios. ¡No me hagas acordar de los diarios! que me subleva pensar en la conducta de Ricardo. ¿Qué canallada, eh?
Montan a caballo los tres, y salen todas las mañanas a gauchear por la Pampa; se bolean los caballos, los apuntan a las vizcacheras, ruedan, pechan, corren carreras. ¿Cuál es el más grande hombre? El más jinete, Rosas, él que triunfa al fin.
La fundó un quinto abuelo de doña Rebeca, que murió en un manicomio y que dejó lastimosa descendencia de locos y suicidas. Desde entonces siempre se habían oído en ella gritos frecuentes, carreras y estruendos; siempre habían gemido las puertas, estremecidas por violentos impulsos, en el fondo oscuro de los corredores.
Mira tu proceder en el valle, reconoce lo que has hecho, dromedaria ligera que frecuentas sus carreras; 24 asna montés acostumbrada al desierto, que respira según el deseo de su alma; ¿de su lujuria quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se cansarán; la hallarán en su mes. 25 Defiende tus pies de andar desnudos, y tu garganta de la sed.
Algunos árabes de bronceada y nerviosa delgadez permanecían silenciosos, pero avanzaban el cuello lo mismo que los caballos de carreras, brillando sus ojos de brasa con un fulgor homicida, mostrando sus dientes ansiosos de morder.
Algunas carreras de perlas tejidas entre los cabellos componían todo el adorno de su cabeza. Amalia fue la primera que la vio, y su sangre fluyó de repente al corazón. Repuesta inmediatamente, corrió a saludarla. ¡Oh! Ya sabía que usted había llegado; pero no imaginé que fuese tan amable...
Palabra del Dia
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