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Actualizado: 9 de julio de 2025


Algo extraordinario acababa de ocurrir en el buque. Ferragut dormía con la ligereza de un capitán que necesita despertar oportunamente. La misteriosa percepción del peligro había cortado su reposo. Sintió sobre su cabeza el pataleo de veloces carreras á lo largo de la cubierta: oyó voces.

También asisten a las carreras dos miembros de nuestro flamante gobierno, en representación, según me dicen, del excelentísimo señor Presidente de la República, hombre poco dado a lo ostentatorio de los grandes festivales, sobrio en sus costumbres, un tanto cartujas.

Esto le pareció en seguida peligroso y feo, y alquilaron un cuarto en la calle del Caballero de Gracia, un entresuelo pequeñito que amueblaron con elegancia. La vida de Raimundo experimentó un cambio radical. De aquel retiro absoluto en que vivía, pasó súbito al bullicio del mundo aristocrático; teatros, bailes, comidas, carreras de caballos y partidas de caza.

¿Qué país es éste? me decía no hace un mes un extranjero que vino a estudiar nuestras costumbres. Es de advertir, en obsequio de la verdad, que era francés el extranjero, y que el francés es el hombre del mundo que menos concibe el monótono y sepulcral silencio de nuestra existencia española. Grandes carreras de caballos habrá aquí me decía desde el amanecer: no faltaremos.

La destrucción de las arboledas natales y el creciente número de los cazadores le han obligado á refugiarse en los alfoces de las alturas, pero no ha dejado de ser un intruso. Sus condiciones naturales son á propósito para dar carreras de cincuenta leguas por las estepas ó para trepar por las rocas.

En el patio resonó un alarido de terror, acompañado de brutales carcajadas. Luego carreras ruidosas, choque de cuerpos contra las paredes, todo el estrépito del peligro y el miedo. Rafael se levantó de un salto, sin fijarse en la Marquesita, que rodó por tierra. Tres muchachas entraron en el mismo instante, con tal impulso, que derribaron varias sillas.

Pon, ¡oh miserable y endurecido animal!, pon, digo, esos tus ojos de machuelo espantadizo en las niñas destos míos, comparados a rutilantes estrellas, y veráslos llorar hilo a hilo y madeja a madeja, haciendo surcos, carreras y sendas por los hermosos campos de mis mejillas.

¡Esto no es posible, me hace una comedia! se decía ante los ojos risueños que la miraban; no se recibe de esa manera la noticia de la mala conducta de un novio. En otro rincón del salón, la señora Gardanne, de muy buena fe, ponía un celo no menos caritativo en instruir a su cuñada del encuentro que había hecho Bertrán en las carreras de Ascot.

Sin embargo, la campaña contra el gallo ha crecido, precisamente porque disminuían sus partidarios. Absolutamente lo mismo ocurre con los juegos de cartas y las carreras de caballos.

Perdone usted le respondía yo; aquí no hay carreras. ¿No gustan de correr los jóvenes de las primeras casas? ¿No corren aquí siquiera los caballos?... Ni siquiera los caballos. Iremos a caza. Aquí no se caza: no hay dónde, ni qué. Iremos al paseo de coches. No hay coches. Bien: a una casa de campo a pasar el día. No hay casas de campo, no se pasa el día.

Palabra del Dia

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