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Se pasa la salsa y se espesa con harina tostada; lo mismo sirve este aderezo para liebre, conejo y otras carnes. BECADAS. Desplumada y limpia la becada se sacan las tripas, que se guardan aparte, tirando una especie de bolsa dura que forma el papo.

Petra callaba inmóvil, esperando servir a su dueño. Gozaba voluptuosa delicia viendo padecer al canónigo, pero quería más, quería continuar su obra, que la mandasen clavar en el alma de su ama, de la orgullosa señorona, todas aquellas agujas que acababa de hundir en las carnes del clérigo loco.

Emma, que tuvo un mal parto, salió de una crisis de la vida lisiada de las entrañas, con el estómago muy débil, y perdió carnes y ocultó prematuras arrugas.

Al otro lado del abrevadero... Es aquella muchacha alta, delgada y morena que acaba de salir del agua. ¡Porque ella se baña...! Puede resistir la prueba del agua, que fortalece sus carnes, en vez de poner de manifiesto, como en algunas, las injurias del tiempo. LA SE

Esta vida de alucinación dolorosa había empezado para él cierta noche en que se dirigía á su casa completamente ebrio. Una mujer le salió al paso: una mujer enjuta de carnes, con la tez algo cobriza y unos ojos grandes, negros, ardientes.

Caía helada, y en el aire parecía que se cruzaban millares de finísimas agujas, que apretaban las carnes y reconcentraban el calor vital en el corazón.

Lea la sigue más alegremente; es una muchachita de diez y ocho años, morena, como su madre; anuncia predisposición para la obesidad. Por ahora no es más que rechoncha, pequeñita, de buenas carnes y con unas pantorrillas que los señores se vuelven a contemplar cuando va por la calle. Lea se parece desagradablemente a su madre.

Pero ya ve V. que esto puede tomarse en sentidos muy varios; porque dos hombres de seis pies de estatura serán iguales en ella, pero será posible que sean muy desiguales en lo demas; por ejemplo, si el uno es barrigudo, como el gobernador de la ínsula Barataria, y el otro seco de carnes como el caballero de la Triste Figura.

A la derecha del peñón comenzaba una mancha verdinegra, como de monte bajo, que desaparecía pronto en las sombras de la barranca; y a la izquierda, un pedregal de poco relieve entretejido de malezas. Apuntando al peñón me dijo Pito Salces en cuanto nos vimos en la sierra, porque Chisco ya lo sabía por serle bien conocido el escenario: Ayí está la cueva aonde vamus. Me temblaron las carnes.

Que con el aretín, que con el aretón . Nos ha parecido curioso el reproducirlo aquí por tratar el mismo asunto que trata esta canción. Blanca sois, señora mía, más que no el rayo del sol, si la dormiré esta noche desarmado y sin pavor, que siete años había, siete, que no me desarmó, no; más negras tengo mis carnes que un tiznado carbón.