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Actualizado: 25 de septiembre de 2025


Y la esposa de Reynoso señalaba enérgicamente el suelo con su índice. Las mejillas de Tristán se tiñeron de carmín. Bueno: ¿se pone usted colorado? Mejor, así se demuestra que le queda todavía un poco de vergüenza... Saque usted el pañuelo y póngalo debajo que se va a manchar los pantalones en la arena. Tristán se arrodilló delante de su novia sonriente y ruborizado.

La noticia ha corrido por los bastidores, ha penetrado en el saloncillo de autores, ha llegado también á los «camerinos», donde las actrices acaban, entre risas, de alegrar con carmín la frescura bermeja de sus labios.

Era alto, flaco de brazos y piernas y muy desarrollado de abdomen; de color trigueño, poca barba, que se afeitaba una vez á la semana, y los ojos verde-claros y un poquito bizcos. Tenía ya bastantes arrugas en la cara, y el vivo carmín de sus narices no armonizaba bien con la palidez de los carrillos.

Figurose que la raza de Santa Cruz le salía a la cara como poco antes le había salido el carmín del rubor infantil. «Es, es...» pensó con profunda convicción, comiéndose a miradas la cara del rapazuelo. Vela en ella las facciones que amaba; pero allí había además otras desconocidas.

»De usted depende mi dicha; pero no dude usted de que, aun desdeñado, seguirá siempre admirándola y amándola su afectísimo, PACO RAMÍREZInesita leyó esta carta con muy viva satisfacción, mostrándola en el carmín que animaba y encendía su rostro.

El dolor, no obstante, y la cólera por la inmerecida afrenta bañaron sus mejillas en más encendido carmín. Y bajando ella la vista, veló con los párpados y las rizadas y largas pestañas la luz de sus ojos, que dos mal reprimidas lágrimas humedecieron. Al terminar la función acertaron madre e hija a escabullirse sin ser notadas y a volver precipitadamente a su casa.

En la voz de la Regenta, en el desconcierto de sus palabras, notó que le había hecho efecto la sequedad de la vulgarísima galantería. «¿Esperaba ya una declaración? ¡Pero si mañana va a comulgar! ¿Qué mujer es esta? ¡Una hermosísima mujerañadió el materialista en sus adentros al mirarla a su lado con llamas en los ojos y carmín en las mejillas.

Las rosadas ventanas de su graciosa nariz, aspiraban ávidamente la vida, y sus negros y rasgados ojos, parecían tan capaces de expulsar la melancolía como el gozo, tan fáciles para la ternura como para la tristeza. Su cutis tenía la frescura y el aterciopelado del albérchigo; su boca el carmín de la cereza; sus manos eran diminutas, blancas, mórbidas y venosas; sus pies minúsculos.

Al pronunciar estas últimas palabras, el rostro de Doña Blanca tomó una expresión sublime de dolor; sus mejillas se tiñeron de carmín ominoso como el de una fiebre aguda; dos gruesas lágrimas brotaron de repente de sus ojos.

Del color del carmin ó de amapola Eran sus clines y su cola gruesa, Ellas solas al mundo, y ella sola. Tal vez anda despacio, y tal á priesa, Vuela tal vez, y tal hace corbetas, Tal quiere relinchar, y luego cesa. Nueva felicidad de los poetas! Unos sus escrementos recogian En dos de cuero grandes barjuletas. Pregunté, para qué lo tal hacian?

Palabra del Dia

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