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Actualizado: 8 de julio de 2025


Don Francisco de Asís Carraspique era uno de los individuos más importantes de la Junta Carlista de Vetusta, y el que hizo más sacrificios pecuniarios en tiempo oportuno. Era político porque se le había convencido de que la causa de la religión no prosperaría si los buenos cristianos no se metían a gobernar.

Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo decía nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia.

Mas si la conociesen, como nosotros la conocemos, es bien seguro que no hallarían motivo para asombrarse tanto. La primogénita de la casa de Elorza había entrado en la conspiración carlista completamente persuadida de que realizaba una obra grata a los ojos de Dios y con el propósito firme de no retroceder ante ningún peligro.

Cataplasmeros, doctor gritaba. Nada más que cataplasmeros. Este es un país acostumbrado á la disciplina y á la autoridad: por eso el pobre que en otro tiempo fué carlista, cree ahora sin esfuerzo alguno en esas organizaciones casi militares, que le prometen cambiar la sociedad poco á poco.

Un caballero, amigo de Millán, prometió después interesarse para que fuese destinado al batallón de escribientes o a la imprenta del Ministerio de la Guerra, pues lo principal era evitar que saliera de Madrid, propósito difícil de conseguir durante aquellos días, en que los poderes públicos se veían obligados a echar mano de todos los cuerpos e institutos militares para combatir la insurrección carlista, que ya merecía el maldito nombre de guerra civil.

¡Oh! ¡Es usted militar carlista! exclamó con vocecita dulce y sonriendo. ¡Cuánto me alegro de conocerle! ¡Pobrecito! ¡pobrecito! No dejó de sorprenderme aquella compasión tan prematura, cuando yo no había narrado en su presencia desgracia alguna, ni siquiera había abierto la boca. Señora, la alegría y el honor son míos pronuncié algo turbado.

Yo, de mozo, fui carlista; soy manchego y anduve con Palillos: pura ignorancia. Pero repito que vi nacer la criatura, y tendría gusto en enterarme por mis ojos de hasta dónde alcanza, pues por ahora no es gran cosa lo que lleva hecho en favor del mediano... ¡Pero soy tan viejo!... ¿Ve usted a Coleta, ese borrachín que nos oye?

Importa mucho que te hagas amigo de este señor, porque mamá no ve más que por sus ojos. Lo mejor para ello es que vengas recomendado por algún carlista de los gordos, porque este señor es muy beato, ¿sabes?...Si te fingieras oficial de don Carlos, ¡qué gran golpe! Te recibiría, de seguro, con los brazos abiertos... Y tienes tipo de militar, con esos bigotes retorcidos y esa perilla.

Me veo en el caso de decirle a usted, señor de Elorza manifestó el general encarándose con él , que tiene usted una niña muy mal educada, y que gracias a que no figura usted como carlista y a nuestra benevolencia, no adoptamos con ella las medidas de rigor que merece por su atrevimiento.

María se apresuró a responder que tendría en ello mucho gusto, y desde entonces empezó a recibir con frecuencia cartas de su tío, dentro de las cuales venían otras para don César, que eran, a no dudarlo, el hilo por donde la conspiración carlista de Nieva se anudaba a las altas esferas de donde partían las órdenes.

Palabra del Dia

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