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Actualizado: 10 de junio de 2025


Entonces será por otra cosa por lo que le han encerrado. Martín dijo que así se lo figuraba también él. Le dió las buenas noches el carcelero; contestó Zalacaín amablemente, y se tendió en el suelo. Aquí estoy tan seguro como en la posada se dijo . Allí me tienen en sus manos, y aquí también, luego estoy igual. Durmamos. Veremos lo que se hace mañana.

Todo el distrito miraba como una bandera sagrada aquel corpachón bronceado, musculoso, que arbolaba en su parte superior unos enormes mostachos en los cuales comenzaban a brillar muchas canas. Don Ramón: debía usted quitarse esos bigotes le decían los curas amigos con acento de cariñoso reproche. Parece usted el propio Víctor Manuel, el carcelero del Papa.

Es necesario que venga cuanto antes vuestra esposa. Sonaron entonces las llaves del carcelero. Esperad un momento dijo don Juan asiendo por el manto á Dorotea, que estaba vuelta hacia la puerta. ¿Qué más queréis de ? contestó la joven. Quiero... quiero volveros á ver.

Tienen la vaguedad de un sueño aquellas figuras entrevistas a la luz del relámpago: Patriarcas haraposos, mujeres escuálidas, mozos lisiados hablan en las tinieblas, y sus voces, contrahechas por el viento, son de una oscuridad embrujada y grotesca, saliendo de aquel roquedo que finge ruinas de quimera, donde hubiese por carcelero un alado dragón. ¿A quién ladras, Carmelo? Alguien ronda.

Momentos habia en que despues de un gran delirio, gozaba de alguna razon, y se lamentaba de que habian arrancado la corona de sus sienes, y no contentos sus enemigos con un rapto de este género, la habian sepultado en un calabozo tan hediondo y custodiada por un carcelero tan despreciable.

Su nuevo traductor, que estaba en la punta de la escollera para transmitirle las órdenes de los constructores, le habló con la dureza de un carcelero. Esclavo-Montaña dijo , no vuelva á repetir esos juegos de mal gusto, so pena de morir estrangulado por las máquinas aéreas ó de que la escuadra del Sol Naciente le rompa el cráneo enviándole una nube de piedras con sus catapultas.

Y ¿qué amor quiere un padre que el hijo le tenga, qué respeto quiere que el hijo le profese, cómo solicita que el hijo le venere y le ame, cuando no se presenta á él como padre, sino como cómitre, como tirano, como carcelero?

Había dejado la capa y el sombrero que estaban empapados en agua, y así, con los brazos cruzados, encorvado, meditabundo, con la cabeza sobre el pecho, tenía algo de terrible. El carcelero introdujo en la habitación á Montiño, y con arreglo á las órdenes que tenía, salió y cerró la puerta. Venid acá, tío Francisco, venid acá le dijo el bufón ; tenemos que hablar mucho y grave.

Confuso, sin atreverse á alegrarse, temeroso de una nueva desdicha, el cocinero mayor salió y siguió al carcelero. Se cerró de nuevo la puerta y se oyeron los tres cerrojos y las tres llaves. Cuando el duque de Lerma, de vuelta de la casa de doña Ana, llegó al postigo de la suya, se le atravesó un bulto embozado. ¡Hola! le dijo aquel bulto ; detente y escucha.

El hebreo, vuelto a la tierra natal de sus abuelos, iba coleccionando en una pieza de la escuela recuerdos de la Inquisición, con la minuciosidad vengativa de un prófugo que fuese reconstituyendo hueso por hueso el esqueleto de su carcelero. En un armario alineábanse libros en pergamino, relatos de autos de fe y cuestionarios para interrogar a los reos durante el tormento.

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