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Actualizado: 10 de junio de 2025
El carcelero se encogió de hombros y se retiró en seguida tarareando. Inmediatamente que Zalacaín se vió solo, puso manos a la obra. Tenía la absoluta seguridad de poderse escapar. Sacó el cortaplumas y comenzó a cortar las dos mantas de arriba abajo. Hecho esto, fué atando las tiras una a otra hasta formar una cuerda de quince brazas. Era lo que necesitaba.
El cristianismo había engañado al pobre, manteniéndolo en su triste estado con la esperanza del cielo y la amenaza del infierno. Era el carcelero espiritual que sostenía durante veinte siglos el extremo de su cadena.
Comencé a dar gritos y a pedir confesión; y como no sabía lo que era, aunque sospechaba por las palabras que acaso era el huésped de quien me había salido con la traza de la Inquisición, o el carcelero burlado, o mis compañeros huidos...; y, al fin, yo esperaba de tantas partes la cuchillada, que no sabía a quién echársela; pero nunca sospeché en don Diego ni en lo que era.
Por eso, temiendo una nueva felpa, y para manifestar su inocencia, echa el tizón al fuego y las dos manos á la calzonada de su amigo, y comienza á gritar con el mayor desconsuelo: ¡Padre!, ¡padre! Pero el goloso prisionero, que ya se da por muerto, tira uno de retortijón á cada mano de su carcelero, y toma pipa por el corral afuera, relamiéndose de gusto.
Pues es un consuelo. ¡Cosas de la vida! Aquí no le puede pasar a usted nada. ¡Si le parece a usted poco estar en la cárcel! Eso no deshonra a nadie. Martín se hizo el asustadizo y el tímido, y preguntó: ¿Me traerá usted de comer? Sí. ¿Hay hambre, eh? Ya lo creo. ¿No querrá usted rancho? No. Pues ahora le traerán la comida. Y el carcelero se fué, cantando alegremente.
La misma idea que había tenido de pedir al carcelero una habitación en lo alto de la casa, para poder desde allí ver el tejado de la suya, la había tenido mi madre de subir con frecuencia al desván de su casita y sentarse allí a contemplar a través de su dolor y con los ojos humedecidos por el llanto, los muros de la prisión que retenía aquello que tanto amaba en el mundo.
En nuestros días, el descendiente de aquellos caballeros antiguos no tiene que convertirse en carcelero de su pueblo, ni tiene que vigilar á los habitantes con suspicaz mirada, como no sea propietario de una fábrica y pueblen los aldeanos sus talleres. La quinta que se ha mandado edificar en la vertiente de un cerro puede decirse que está oculta.
Mas no se pasó mucho tiempo sin que se abriera la puerta de par en par, y entrara por ella un carcelero con una bujía encendida, anunciándome que pronto llegaría el juez y el escribano. Aparecieron al fin estos dos varones, y fue extraordinaria mi sorpresa al encontrarme enfrente de dos señores que jugaban todas las tardes al billar conmigo en el café Suizo.
La Providencia habrá querido darle este suplicio de condenado, haciéndolo carcelero y guardián del que estaba destinado desde lo alto a vengar la República, la Humanidad y la Justicia.
Cuando lo tuvo ya suelto, lo volvió a poner como antes, quitó el banco de su posición oblicua, ocultó las astillas arrancadas del marco de la ventana en el jergón, y esperó la noche. El carcelero le llevó la cena, y Martín le preguntó con empeño si no habían dispuesto nada respecto a él, si pensaban tenerlo encerrado sin motivo alguno.
Palabra del Dia
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