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Actualizado: 1 de septiembre de 2025


Y siguió hacia el convento, oyéndose en el silencio de la noche su clara y buena voz, que cantaba: Mi mujer y mi caballo, se me murieron a un tiempo. ¡Qué mujer ni qué demonio! Mi caballo es lo que siento. Vete a acostar, Manuel, y liberal le dijo su madre cuando llegaron. De eso cuidará mi mujer respondió este . ¿No es verdad, morena?

Cada cual busca su igual, tal para cual, tal para cual. Caleb no tanto se sorprendió por el sentido filósofo de la cantinela cuanto por el acento del que cantaba, que le sonó como a cosa muy de su conocimiento y familiaridad; así quiso aguijar a su compañero de viaje, pero ello no fué necesario, pues el asno, por un superior instinto, se resolvió a trotar muy gentil y poderosamente.

Si cantaba, con una voz que se esparcía por los adentros del alma, como la luz de la mañana por los campos verdes, dejaba en el espíritu una grata intranquilidad, como de quien ha entrevisto, puesto por un momento fuera del mundo, aquellas musicales claridades que solo en las horas de hacer bien, o de tratar a quien lo hace, distingue entre sus propias nieblas el alma.

A su lado un niño pobre, rubio, pálido y delgado, de seis años, sentado en el suelo junto a la falda de su madre cubierta de harapos, cantaba sin pestañear, fijos los ojos en la Dolorosa del altar portátil; cantaba, y de repente, por no se sabe qué asociación de ideas, calló, volvió el rostro a su madre y dijo: ¡Madre, dame pan!

A más de los lances de su propia existencia, contábales a las criadas retazos de libros de caballerías, así como también tradiciones fabulosas de Avila y Segovia. Sabía canciones de barberos y caminantes, toda la vida en verso del moro Abindarráez; e innumerables letrillas que cantaba con áspera voz, al son de una vihuela, dándose vuelta los párpados para remedar a los ciegos.

La amante del poeta acompañóle durante todo el tiempo de su estancia en Sevilla, y aquí quedó, cuando Lope, en 1601, emprendió un viaje á Madrid y Toledo para evacuar algunos negocios particulares, viaje del que no tardó en regresar al lado de aquella mujer á quien cantaba en sus poesías con el nombre de Lucinda.

De vez en cuando levantaba con la mano los rizos que le caían por la frente. Después de una pausa bastante prolongada, fijó sus ojos con insistencia en Pedro, que se había sentado á su lado, y aun estuvo de este modo algún tiempo sin hablarle. Al cabo le preguntó: ¿Eras el que cantaba hace poco? ¿Dónde, en el prado?... , señora.

Yo le he visto marcarse un schotis, cosa que es compatible con la arqueología y con Atahualpa, mientras cantaba, con una voz cavernosa que parecía la del propio inca difunto, este estribillo flébil: Con mi muñequita sobre el corazón, esta hora tan dulce me embriaga de amor. Ahora voy a responder a una pregunta que está en la mente de los lectores.

Belarmino se aplacía en el canto religioso: ne impedias musicam, dice la Escritura. «Quizás Angustias canta también; le habrán enseñado» pensaba Belarmino. Y hacía esfuerzos por desenredar la voz azul de Angustias de entre la madeja polícroma del coro. No, no cantaba Angustias.

Beatriz cantaba: Ventura quiso qu'os viese, amor que luego os amase, ausencia que n'os mirase porqu'en veros no muriese: todo lo hizo ventura, ventura fue conosceros, conosceros fue quereros, quereros fue desventura.

Palabra del Dia

passaro

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