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Pues yo os digo que en la casa de mi padre hacéis vosotros la misma falta que los canes en la de Dios. Eso os digo. Harto habéis ordeñado esa vaca, y no penséis que por ser muerta mi madre.... Pues allá iremos, sin contar con su venia. ¡Calla, rapaz! No muevas pleitos. Hablo aquello que bien me parece, mi padre. ¡Lo malo será que te arranquen la lengua! La defienden los dientes.

Y el perro daba tres ladridos alegres. Ahora, haced la mesura al señor Emperador, vuestro Señor natural. Y el perro cruzaba las manillas y bajaba humildemente la cabeza. Y ahora repetía cantad las alabanzas a don Lutero y otros canes de herejes, peores y peorísimos que vos. Y el avisado can amulaba como un diablo del infierno.

Como el capellán se quedó parado al hacerle tan insidiosa pregunta, ocurrióseles a los cazadores que sería cosa muy divertida darle a Julián una escopeta y un perro y que intentase cazar algo. Quieras que no quieras, fue preciso conformarse. Se le destinó el Chonito, perdiguero infatigable, recastado, de hocico partido, el más ardiente y seguro de cuantos canes iban allí.

Preocupadas ya con esto las autoridades locales y temiendo que aquella epidemia perruna fuese contagiosa y pusiese en peligro al vecindario, el buen Asistente, que lo era á la sazón don Ramón Larrumbe, dirigióse á la Sociedad de Medicina en 26 de Mayo, á fin de que este Cuerpo interviniera en el asunto, y, examinando detenidamente á los canes atacados, informase del riesgo que pudiera ofrecer á la salud pública.

Y para que ni un instante escapasen a su vigilancia, plantó las tres estacas en un jardinillo bien murado y resguardado por dos negros colosales y una jauría de perros bravos. Pero fíese usted de murallas como las de Pekín, en gigantes como Polifemo y en canes como el Cerbero, y estará más fresco que una horchata de chufas.

Contra el muerto caballo replegado batallaba Ismail, cual la pantera de innumerables canes acosada, en los que alcanza brava se ensangrienta.

Aproximáronse, mudos, rechinando los dientes con franco propósito de morder, extendiendo sus zarpas hacia los pantalones. El joven cogió una piedra, llamando con fuertes gritos a Zaratustra y a la señora Eusebia. Sonó detrás de la cabaña un silbido y la vocecilla de Polo llamando a sus canes. Isidro pudo seguir adelante escoltado por el fiero grupo, que giraba en torno de él, oliéndole las ropas.

Dijo la voz que en la playa de Campelos....Allá voy por ver si le reconozco. Las cuatro criaturas despertáronse llorando al oír petar en la ventana.... ¡Creían que era el ánima de su padre! Esta mañana, rayando el día, fuí a la casa grande por tener un socorro para este camino tan largo. ¡Echáronme los canes!....¡Malditos sean todos los ricos! Largo camino haces para las criaturas.

Despierten ya los mal aconsejados pastores que permiten á los lobos vivir en compañía de las ovejas. Despierten á los ladridos de los leales canes, porque el rebaño va á ser devorado sin remedio. Pero ¿cómo han de despertar los que están dormidos en el profundo sueño de una ciega confianza?

La Real Sociedad de Medicina, que había tenido su origen hacia 1697, y cuyos estatutos fueron aprobados por el rey en 1700, estaba entonces establecida en la calle de Levíos, y allí, en habitaciones convenientes que dispusieron al efecto, acordó la Sociedad trasladar á los canes enfermos, formando el hospital perruno.