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Actualizado: 25 de junio de 2025
El humo del Mayon revela que los gigantescos cíclopes de los oscuros antros vigilan al pie de hirvientes lagos las enrojecidas montañas de candentes bloques, cuyas monstruosas y desiguales masas son azotadas de continuo por abrasados torrentes de cenizas y escorias.
Al pie de su áspero tronco no crece planta alguna; solo sus ramas se alzan sobre las candentes arenas sembradas de monstruosos bloques. La casuarina tiene en el balete un hermano que gusta de las ruinas tanto como ella.
Entonces su negra cólera se deshizo en injurias candentes, interminables. Velázquez las escuchó un rato con calma bebiendo á sorbos el vaso de vino que tenía delante; pero al cabo se hicieron tan pesadas, que no pudo sufrirlas más tiempo. ¡Ea, señoras! ¿Qué va aquí jugado? profirió dando un fuerte puñetazo sobre la mesa. ¿Quieren ustedes que dure esta guasa toda la noche?
¡Y sobre todo las mujeres! Muchas veces en el teatro, cuando todo el público fijaba la atención en el escenario, un espectador, Ronzal, desde la platea del proscenio clavaba la mirada en el elegante Mesía, aquel gallo rubio, pálido, de ojos pardos, fríos casi siempre, pero candentes para dar hechizos a una mujer.
Los rusos tienen tres baterías; una en la falda de Mittelbronn, otra en Las Barracas de lo alto, y la tercera detrás del tejar de Pernette, cerca del abrevadero; pero las balas candentes son las que hacen más daño, porque queman las casas de arriba abajo, y cuando el incendio se declara en alguna parte, comienzan a caer obuses a su alrededor, que impiden a las gentes extinguirlo.
Eres el grito del derecho herido, la encarnación de las candentes lágrimas que en la noche sin luz de su pasado, de mi país los ojos escaldaban. Yo te leí cien veces. Noble amigo, hallé siempre flotando en cada página, un paño para el llanto del esclavo, para el tirano vengadora tralla.
Un hombre ponia candentes unas varas de hierro, las cogia con la necesaria precaucion, se acercaba de un modo imprevisto á sus criados, y les quemaba las piernas, los brazos ó el cogote. Los criados saltaban, gritaban, hacian gestos, y aquel hombre se distraia tambien con aquellos gestos, con aquellos saltos, con aquellos gritos. Así me recreo yo, podria contestaros aquel hombre.
Desapareció el respeto que la diferencia de clases había despertado en ella al comienzo de sus amores; se acostumbró á dominarle, á imponerle sus gustos y caprichos, á escuchar con indiferencia sus palabras apasionadas, candentes. De tal modo, que á los seis meses le trataba como á un niño, le hablaba en tono protector, se reía de sus puerilidades, le reprendía y le martirizaba.
¡Esa marca la tenía él! continuó con una especie de fiero arrebato. ¡Tan determinado estaba á revelarlo todo! ¡El ojo de Dios la veía! ¡Los ángeles estaban siempre señalándola! ¡El enemigo malo la conocía muy bien y la estregaba constantemente con sus dedos candentes!
Tenía a su derecha el barreño del amohado, en el cual mojaba el cargador, especie de palillo grueso; y extendiendo una leve capa de líquido sobre la cara interior de los candentes hierros, apresurábase a envolverla en el molde con su dedo pulgar, que a fuerza de repetir este acto se había convertido en una callosidad tostada, sin uña, sin yema y sin forma casi.
Palabra del Dia
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