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Actualizado: 5 de junio de 2025
Con usted no va nada, don Cayetano o don Fuguillas; usted podrá ser un viejecito verde, pero no es un... un Magistral... un Provisor... un Candelas eclesiástico.
Se cerraron los coliseos y el duelo fué general cuando, corriendo los días sin descubrirse al delincuente, recurrió la autoridad eclesiástica al tremendo resorte de leer censuras y apagar candelas. Por su parte el marqués de Villagarcía, virrey del Perú, había llenado su deber, dictando todas las providencias eme en su arbitrio estaban para capturar al sacrílego.
Además, tenía los sentidos y el gusto muy afinados para saborear y discernir la belleza que hay en la energía y en la habilidad del mal; un pícaro gracioso, redomado, hábil y suelto para sus picardías, le parecía un héroe: Luis Candelas, según se lo presentaban librotes de imaginación muy populares, era un héroe con quien hasta soñaba.
Algunos se echaron fuera; mas no por eso se acalló el tumulto, y lo peor fue que aparecieron de súbito dos o tres personas que tomaron el partido del orador silbado contra el silbante pueblo. ¡Que ustedes son unos servilones, mata candelas! ¡Que ustedes son unos afrancesados! Que ustedes son... imagínese el lector lo peor que haya oído en plazas, presenciado en tabernas y aprendido en garitos.
Cuando quedaron solos, el mancebo, enmudecido por las tumultuosas impresiones que jugaban con su ánimo, levantose nerviosamente y, acercándose a la ventana, abrió las maderas. Avila, recubierta de nieve, resplandecía bajo el mágico claror de la luna como una ciudad de encantamiento. Ramiro ordenó al lacayo que se llevase las candelas.
Cuando caen enfermos, les piden salud y les ofrecen comidas, las que consumen en las sementeras y á la sombra del árbol llamado calumpang. Creen que las almas de los muertos vuelven á su casa al tercer día de su entierro, para visitar á la gente de ellas ó asistir á la ceremonia del tibao, que se reduce á tender un petate en el que esparcen ceniza, rodeando aquel de candelas amarillas.
Todos los presentes, menos don Santos, convinieron en que aquello era demasiado fuerte: ¡Hombre, un Candelas!... Don Santos Barinaga gritó: No señores, no es un Candelas, porque aquel espejo de ladrones caballerosos era muy generoso, y robaba con exposición de la vida. Además, robaba a los ricos y daba a los pobres. Sí, desnudaba a un santo para vestir a otro.
Era por los años de 1000, antes de nuestra era vulgar, sobre poco más o menos. Vesci era una ciudad importante de la confederación de los túrdulos. En el tiempo a que nos referimos, los vescianos tenían ya la misma calidad que a sus descendientes del día les ha valido el dictado de bermejinos: casi todos eran rubios como unas candelas.
Hervía á borbollones el agua de la laguna con los ríos de azufre y betún derretidos que bajaban del volcán, quedando cocido todo el pescado de ella, el cual fué arrojado después á la playa por la resaca é inficionó el aire. Los truenos subterráneos y atmosféricos se oyeron en todas las provincias circunvecinas. En Manila se comía con candelas encendidas al medio día.
Luego, por todas partes ciñéndolo y adornándolo todo, ramas de palmera, de espino, de abeto, de tomillo, de tuya, de romero, grandes trozos de musgo y un sinnúmero de velitas y candelas amarillas, rojas, blancas y verdes, de cuyas llamas se desprendía un humo tenue y vaporoso, que envolvía el conjunto en una neblina misteriosa y poética...
Palabra del Dia
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