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Actualizado: 21 de junio de 2025
Yo, que frecuentaba la casa, me convencí pronto de que allí no la trataban como debían, y ella misma se me quejó con lágrimas muchas veces de que en casa de su hermana no era más que una criada sin sueldo. Entre vestir y lavar a los niños, hacer las camas, asear la casa, aplanchar la ropa, etc., no tenía un momento libre.
Ni en las almohadas recién puestas de la cortesana, que diariamente se mudan sin que su dueño sepa quién habrá de arrugarlas, ni en los cojines sedosos del gabinete de la gran señora, aún oprimidos por el peso de otro adulterio, ni en las camas de fonda cuyos muelles crujen hoy para uno y mañana para otro, en ninguna parte gozó don Juan aquel plácido y tranquilo deleite que le ofrecieron los brazos de Cristeta.
Seguía luego la alcoba del matrimonio joven, la cual se distinguía principalmente de la paterna en que en esta había lecho común y los jóvenes los tenían separados. Sus dos camas de palosanto eran muy elegantes, con pabellones de seda azul. La de los padres parecía un andamiaje de caoba con cabecera de morrión y columnas como las de un sagrario de Jueves Santo.
El hijo del brigadier, al principio no encontró de su gusto este cambio; prefería la celda formada con biombos en el salón, donde a hurtadillas del inspector, recorría las camas tirando de los pies a los compañeros o «haciéndoles carteras con las sábanas.» Después se halló mucho mejor, cuando el capellán comenzó a tratarle con cierta familiaridad de amigo más que de profesor.
29 Volvió sus aguas en sangre, y mató sus peces. 30 Engendró ranas su tierra, ranas en las camas de sus mismos reyes. 32 Volvió sus lluvias en granizo; en fuego de llamas en su tierra. 33 E hirió sus viñas y sus higueras, y quebró los árboles de su término. 34 Dijo, y vinieron langostas, y pulgón sin número; 35 y comieron toda la hierba de su tierra, y comieron el fruto de su tierra.
El señor Cass ha sido tan bueno con nosotros haciéndonos construir la nueva pieza de la choza y dándonos camas y otros objetos, que no podría soportar la idea de molestarle por productos de su jardín o cualquier otra cosa. No; no le molestaréis dijo Aarón . ¿No hay un jardín en la parroquia donde se pierde una porción de cosas por falta de quien las utilice?
Díganme, hermanos, si no hice bien en querer saberlo todo, y ver de dónde venía el agua. Fortuna no más, fortuna dijo Pablo. La fortuna es ciega, y favorece a los necios. Hermanito dijo Pedro, con orejas o desorejado creo que está muy bien lo que has hecho, y quisiera que llegara aquí papá para que te viese. Y Meñique se llevó a dormir a camas buenas a sus dos hermanos, a Pedro y a Pablo.
Cuando le pregunté: «¿Qué haces ahí, Marta?» se estremeció, me miró muy confusa y sólo entonces pareció darse cuenta del lugar en que se encontraba. Ya lo ves: preparo las camas balbució al cabo de un instante. ¿Para quién? pregunté. ¿Acaso no sabes que esperamos una visita? ¿Y eso es lo que te regocija tan terriblemente? repliqué, encogiéndome ligeramente de hombros.
«¿Todo eso para qué? decían acercando con mano trémula los pucheros al fuego. ¿No habéis vivido hasta ahora sin necesidad de hurgar la tierra como los topos? ¿Os ha faltado un pedazo de borona y un sorbo de leche? ¿Qué más queréis? ¡Servid á Dios y morid en vuestras camas como cristianos y no como perros en esas cuevas de infierno!»
En blandas camas, entre juego y vino Hallase mal el trabajoso Marte; Otro aparejo busca, otro camino, Otros brazos levantan su estandarte; Cada qual se fabrica su destino; No tiene aqui fortuna alguna parte; La pereza fortuna baxa cria, La diligencia imperio y monarquia.
Palabra del Dia
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