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Actualizado: 4 de junio de 2025


Las colinas, que arrancan desde la orilla del mar, se van elevando unas sobre otras, escalonadas y desnudas, calcinadas por el sol y pedregosas, hasta alcanzar una altura de mil metros que permite dominar todo el espléndido panorama.

El rio, como para revelar mejor el carácter salvaje de la región que le rodea, se hace mas perezoso en su marcha, y léjos de profundizar su cauce, se bifurca en multitud de brazos, se ensancha á veces como un pequeño mar interior, escondiendo sus aguas entre el follaje de las selvas seculares; levanta en su camino un enjambre de islotes pintorescos; y haciéndose mas ingrato por la abundancia de sus insectos venenosos, la ferocidad de sus terribles caimanes, la ardentía de sus playas calcinadas por un sol devorador, y la absoluta soledad de sus vueltas y revueltas, sus ciénegas y barrancos de salvaje tristeza, revela que allí no ha fundado el hombre su poder, que la humanidad no ha tenido todavía valor para entrar en lucha con esa emperatriz de los desiertos que se llama Naturaleza!

Aquella belleza en el fondo y quietud en la superficie envuelve un horrible peligro, pues desgraciado el ser que fascinado en aquellas calcinadas y movedizas arenas cayese al lago; su muerte sería inevitable.

En tanto que subíamos lentamente las interminables cuestas de este país, veíamos hormiguear sobre las calcinadas rocas legiones de pequeños lagartos con sus plateadas corazas, y oíamos el chirrido continuo de las aliagas que abrían al sol sus maduras frutas. En medio de una de estas laboriosas ascensiones una voz gritó repentinamente desde el borde del camino: ¡Deténganse si me hacen el favor!

El coloso del Estrecho con la regularidad matemática á que necesaria y fatalmente sujeta toda ley perfecta, acumula en sus calcinadas entrañas gérmenes de espanto y desolación. ¡Desgraciado el día en que abra la válvula! ¡Infeliz del pueblo en que sacie su cólera!

Más arriba piedras calcinadas y residuos volcánicos son los componentes de aquel coloso que revela en la espesa columna de humo que se eleva de su cráter que en sus entrañas de granito duermen los genios de las ruinas y de los estragos. ¡Desgraciados pueblos los de Taal y Talisay si en el libro de las lágrimas está escrita una nueva erupción!

El huracan reina solo, y su soplo abrasado parece contener todo el fuego de un infierno desconocido que existe entre los arenales, las rocas escarpadas, las ciénagas pestilentes y los escombros de las selvas calcinadas.

Así, nuestra imaginación arrastrada en el sublime vuelo de tu musa, ¡oh divino Klopstock!, y recorriendo sobre sus huellas los espacios que has poblado, se extraña de los milagros que le rodean y se detiene sobrecogido de espanto ¡Con qué magnificencia reúnes bajo nuestros ojos todo lo que la poesía tiene de maravilloso, lo mismo cuando nos introduces en los consejos del Altísimo en que los ángeles celebran los misterios del cielo y los querubines, penetrados de un religioso temor, agitan en su huida sus alas de oro, que cuando nos descubres las grutas tenebrosas de los infiernos, evocas, con una autoridad increíble, esos ángeles vencidos que una eterna venganza persigue con eternos tormentos, trémulos bajo sus cadenas ardientes y sus rocas calcinadas, o nos transportas al gran sacrificio del Gólgota en que el Creador del mundo se abandona a las angustias de la agonía para redimir a sus verdugos!

El Almirante reconoció esta subida en la frescura del aire, cada vez más sensible según se avanzaba al Oeste, aunque las naves siguiesen el mismo grado, y sobre todo en las particularidades que ofrecían tierras y gentes. Así como el descubridor se había ido aproximando a la línea ígnea del Ecuador, el sol quemaba con más fuerza, las tierras estaban más calcinadas y los habitantes eran más negros.

Palabra del Dia

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