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Actualizado: 13 de julio de 2025
Levantarse de madrugada cuando más a gusto se encuentra uno entre sábanas, echarse al monte, sufrir los rigores del sol y a veces los de las nubes, caminar todo el día con la lengua fuera, caerse, pincharse, ensuciarse, y de vez en cuando tropezar con uno de esos animalitos que se encuentran en todas las pollerías y restauranes de Madrid. Calla, calla, Tristán; estás diciendo disparates.
Y se fue. Cuando Cristeta quedó sola, tuvo que apoyarse en la anaquelería para no caerse.
Al menos Obdulia, viviendo entre ataúdes, tiene sobre qué caerse muerta... Pero tú, ¿de qué vas a vivir? ¿Del dedal y las puntadas de ese prodigio? Verdad que como eres tan trabajador y tan económico, aumentarás las ganancias de ella con tu arreglo. ¡Dios mío, qué maldición ha caído sobre mí y sobre los míos! Que me muera pronto para no ver los horrores que han de sobrevenir».
Al oir tal sandez, nuestros dos caminantes hubiéron de caerse uno sobre otro, pereciéndose de aquella inextinguible risa que, segun Hornero, cupo en suerte á los Dioses; iba y venia su barriga y sus espaldas, y en estas idas y venidas se cayó el navio de la uña del Sirio en el bolsillo de los calzones del Saturnino.
A la otra parte la fábrica del gas... ¡oh prodigios de la industria!... Luego el cielo espléndido y aquellos lejos de Carabanchel, perdiéndose en la inmensidad, con remedos y aun con murmullos de Océano... ¡sublimidades de la Naturaleza!... Andando, andando, le entró de improviso un celo tan vehemente por la instrucción pública, que le faltó poco para caerse de espaldas ante los estólidos letreros que veía por todas partes.
Cuenta usted cosas que le hacen á uno caerse de espaldas, con el tono de un caballero que está leyendo los carteles de los teatros... ¿Por qué cree usted que Jacobo de Freneuse no ha matado á Lea Peralli? Pues, sencillamente, porque Lea Peralli está viva. Esta vez Marenval se quedó aturdido.
Jacinta observó en su mirada una expresión tan tétrica, que no pudo menos de decirse: «Está ya completamente trastornado». Moreno salió con paso inseguro... La cabeza se le desvanecía, y al bajar la escalera tuvo que agarrarse al barandal para no caerse... «Cuando digo que me he vuelto tonto, pero tonto de remate... Ya no sé pensar.
A través de sus párpados entornados vió cómo el grupo de hombres iba desatando la barra mortífera, poniéndola en posición horizontal. Su tamaño era doble que la estatura de ellos. Sonó abajo un leve silbido, y volvieron á echar la cuerda. El hombre que subía ahora carecía de agilidad, hundiendo pesadamente sus pies entre las costillas del gigante, como si temiera caerse.
Tzaá le decían a este juego: dos indios se subían primero en las puntas del palo, dos más se encaramaban sobre estos dos, y los cuatro hacían sin caerse muchas suertes y vueltas. Y los indios tenían su ajedrez, y sus jugadores de manos, que se comían la lana encendida y la echaban por la nariz: pero eso, como la pelota, será para otro día.
Gentes que un año antes no tenían sobre qué caerse muertas gastaban ahora carruaje propio; comerciantes que no podían pagar una letra de veinticinco pesetas jugaban millones, dándose una vida de príncipes; y la Bolsa, «aunque a él le estuviera mal el decirlo», era una gran institución, porque gracias a ella corría el dinero y había prosperidad, y un hombre podía emanciparse de la esclavitud del mostrador, haciéndose rico en cuatro días.
Palabra del Dia
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