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Actualizado: 13 de octubre de 2025


Afortunadamente no hubo más que un herido y unos cuantos contusos, entre ellos el mismo militar al caerse luchando con la cortina, que olía á capa del filibusterismo. Tal proeza le dió tanto renombre y un renombre tan puro que ¡ojalá todas las famas se conquistasen de análoga manera! ¡las madres llorarían menos y estaría más poblada la tierra!

¿No tienen posición tus yernos? Ni donde caerse muertos; el empleo, y nada más. El de Margarita, el que está en el ministerio, está muy considerado; pero... ¡vete a saber lo que pasará! Parece que más bien ha sido demócrata.

Hay quien lo da a cambio de una comida, de un paseo en automóvil o de un cigarro puro. Hay quien vota por amistad, y hay algo mucho peor aún: hay quien vota por convicciones políticas. Y así se explica el que se presenten candidatos hombres que no tienen donde caerse muertos. Yo creo que se debiera constituir una liga de electores imponiendo una tarifa mínima para los votos.

-Retráteme el que quisiere -dijo don Quijote-, pero no me maltrate; que muchas veces suele caerse la paciencia cuando la cargan de injurias. -Ninguna -dijo don Juan- se le puede hacer al señor don Quijote de quien él no se pueda vengar, si no la repara en el escudo de su paciencia, que, a mi parecer, es fuerte y grande.

El joven marqués no pudo hacer estas observaciones, porque marchaba atento solamente a no caerse. Entraron en un desván, débilmente esclarecido aquí y allá por algunos delgadísimos rayos de sol, que por los intersticios de las rejas se colaban. Después de caminar un rato, Marta soltó la mano, diciendo: Aguarda ahí; voy a abrir la ventana.

Todos se mostraban sorprendidos de esta liberalidad, porque Juan no tenía un palmo de tierra donde caerse muerto.

Allí me dijeron los criados que sus amos no estaban en casa; y con eso, iban a darme con la puerta en los hocicos; pero no sabían esas almas de cántaro con quién se las tenían que haber. «¡He! les dije ; miren ustedes con quién hablan, que yo no soy criado de nadie ni nada vengo a pedir; aunque pudiera hacerlo, porque en mi casa fue donde recogimos a don Federico, cuando se estaba muriendo y no tenía ni sobre qué caerse muerto

La Gorgheggi dijo: Bonis, siempre fuiste un imbécil. Tu hijo... no es tu hijo. ¡Serafina! Y no pudo decir más el pobre Bonis. También él perdía la voz. Lo que hizo fue apoyarse en el altar de la capilla oscura, para no caerse. Como él no hablaba, Serafina tuvo valor para añadir: Pero, hombre; todo el mundo lo sabe... ¿No sabes de quién es tu hijo? ¡Mi hijo!... ¿De quién es mi hijo?

Luego giró lentamente sobre los talones por miedo a caerse y dió algunos pasos hacia la escalera, que comenzó a bajar con pie vacilante. Su padre, excitado por los gritos de la Amparo, avanzó hasta la barandilla y siguió repitiendo, cada vez más colérico, extendiendo su mano trémula como un barba de teatro: ¡Fuera! ¡Fuera de mi casa!

Cuando llegó al sitio de la ocurrencia, con gran sorpresa suya encontró que el herido no era otro que el P. Camorra, castigado por su provincial á espiar en la quinta de placer, á orillas del Pasig, sus travesuras de Tianì. Tenía una pequeña herida en la mano, una contusion en la cabeza al caerse de espaldas; los ladrones eran tres é iban armados de bolos; la cantidad robada, cincuenta pesos.

Palabra del Dia

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