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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Con los ojos hinchados por el sueño y sintiendo leves escalofríos en el cuerpo, miré por la ventanilla y vi el pueblecillo de Vilches pintorescamente colgado entre dos montañas no muy lejos de la vía: parece sentado en un columpio cuyos cabos invisibles están amarrados a la cima de aquéllas.

Aprender de memoria el ininteligible catecismo el librejo más lleno de absurdos y patrañas después del Corán asistir obligatoriamente a todos los actos y ceremonias religiosas, diurnas y nocturnas, no pensar sin permiso del cura, ayunar, confesarse, comulgar, hacer penitencias, afligirse y llorar en los días y horas prefijados, obedecer a la campaña de la iglesia como las mulas al cencerro de la madrina, pagar a los sacerdotes los diezmos y primicias, fuera de los impuestos extraordinarios por milagros accidentales y por cada uno de los acontecimientos de la vida, desde el nacimiento hasta después de la muerte, en los funerales y los "cabos de años", todo bajo pena de excomunión, persecución, confiscación de bienes, y destierro o muerte.

Vio, además, que tenía los puños de la chambra hechos un trapo, remojados de lágrimas, y la falda sembrada de hilitos de hacer labor. Se recorrió maquinalmente con ambas manos, sacudiendo los cabos de hilo, y estirose algo los puños, mientras llegaba a la puerta. En ésta vaciló aún; pero la media obscuridad que ya reinaba le dio ánimos.

El rio que llamamos Argentino, Del indio Paraná ó mar llamado, De norte á sur corriendo su camino En nuestro mar del norte entra hinchado. Parece en su corriente un torbellino, O tiro de arcabus apresurado. Más con el viento sur placidamente Se vence navegando su corriente. De mas de treinta leguas es su boca, Y dos cabos y puntas hace llanas.

Comandaba dicha expedicion el Maestre de Campo D. Manuel de Pinazo, y la escoltaba el capitan D. Juan de Serdens, con un destacamento, que se componia de un teniente, un alferez, tres sargentos, tres cabos, un tambor y 65 dragones.

Nada habéis hecho dijo Quevedo , si no quemáis también vuestra ambición y vuestra soberbia. ¡Siempre cruelísimo conmigo! ¿por qué no me ayudáis? Porque no quiero. ¡Breve estáis! Tengo prisa. ¿Y á qué habéis venido? A atar unos cabos que si se quedasen sueltos podrían enmarañarnos. Veamos. Recordad que sangre tenían los papeles que habéis quemado. ¿Habéis muerto ó herido?...

Algo tenía la infeliz joven en su cabeza que se lo confirmaba, inundándola de luz. Recordó frases y actos, ató cabos, y... nada, que era verdad, como hay Dios. El infeliz chico estaría todo lo enfermo que se quisiera suponer; pero lo que decía, verdad era. «¿Lo dudas todavíavolvió a preguntar él. No qué pensar... Maxi, Maxi, si me hubieras dado un tiro, me habrías matado menos.

Estas milicias se procuraría tenerlas bien disciplinadas, de forma que en cualquiera tiempo estuvieran prontas y armadas para lo que se ofreciese o les mandasen; y para socorrer a los soldados en los tiempos de asamblea, que pudiera tenerse una o dos veces al año, y para pagar los oficiales de plana mayor que deberían tener sueldo, y lo que por vía de socorro se diese a los sargentos y cabos, pudiera destinarse uno y medio por ciento de las utilidades de toda la provincia.

Hay, sin embargo, algo en el hombre que despierta antes que la razón y los sentidos, y levanta la voz y grita y no calla ni aun en esos momentos de duerme vela en que flotan las ideas como cabos sueltos, sin que la voluntad, dormida todavía, haya tenido tiempo de atarlas y enderezarlas o torcerlas a su albedrío.

Los labios del joven estaban plegados por una sonrisa galante y protectora. Separose de él bruscamente y, volviéndole la espalda, se puso a caminar por la playa rozando los dominios de las olas. El vapor iba a ocultarse ya detrás de uno de los cabos como un guerrero fantástico que caminase dentro del agua, asomando solamente el penacho de su casco.

Palabra del Dia

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