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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Y era menester que en la primera tragedia se diesen ya cosas que presupusiesen y preparasen la segunda, dejando no pocos cabos sueltos que enlazasen después la una con la otra. No nos fijemos ahora en estos cabos. Aislada la fábula de los amores de FAUSTO y Margarita, su disposición y desenvolvimiento merecen más elogio que censura.
Los que poseen este amor saben unir todos los extremos y atar todos los cabos, y son tan diestros que a fuerza de amor a la esposa de Jesucristo, han logrado tener a su disposición dos tesorerías, que son las del <i>arca-boba</i> de la corte de España y la de los tesoreros de las gracias de la corte de Roma». Ya veis que he parafraseado lo que dijo el <i>Manual</i> en el párrafo del <i>Patriotismo</i>.
Pero siguieron sonando, y su estrépito belicoso entró por sus oídos con la misma impresión reconfortante y cálida que si un vino de generosa embriaguez se deslizase por su boca. Un pelotón de cabos y soldados doce fusiles se había destacado de la doble masa militar. Lo mandaba un suboficial de bigote rubio, pequeño, delicado, con el sable desnudo.
En la Venta de la Mora se hizo alto: la cuerda se recogió a un lado del camino, en un repecho: los soldados desataron los cabos de bramante, y luego, apartándose y formando extenso círculo en torno de los presos, colocaron centinelas.
Tenía la forma de una mano cuyas falanges fuesen montañas, pero le faltaba el pulgar. Los otros cuatro dedos se tendían sobre las olas, formando los cabos de San Antonio, San Martín, La Nao y Almoraira.
Creíase en la ciudad que de un día a otro se iría a Madrid a reunirse con su futura. Sin embargo, Manuel Antonio, cuyo olfato era superior al de todos sus contemporáneos, había olido algo. Y con la tenacidad y el disimulo de una Isabel de Inglaterra, principió a recoger noticias y a atar cabos de tal modo que a la hora presente andaba muy cerca de la verdad.
Con el propósito firme de subirme a él cuando el casco acabara de hundirse, miré aquel árbol orgulloso en que flotaban trozos de cabos y harapos de velas, y que resistía, coloso desgreñado por la desesperación, pidiendo al cielo misericordia. Marcial se dejó caer en la cubierta, y luego dijo: «Ya no hay esperanza, Gabrielillo. Ni ellos querrán volver, ni la mar les dejaría si lo intentaran.
Pero éste, ciego de coraje, se venía sobre nosotros viento en popa. Al llegar a tiro de fusil, orzó y nos descargó su andanada. En el tiempo que medió de uno a otro disparo, la tripulación, que había podido observar el daño hecho al enemigo, redobló su entusiasmo. Los cañones se servían con presteza, aunque no sin cierto entorpecimiento, hijo de la poca práctica de algunos cabos de cañón.
Pero eran tantos los que se aglomeraban para este esfuerzo superfluo y tan desordenados sus movimientos, que el Señor del Milagro se balanceaba, con peligro de venirse al suelo, y la policía creía necesario intervenir, ahuyentando á palos á los devotos excesivos. Cuando terminó la procesión, Rosalindo apagó los catorce cirios, calculando lo que podrían darle por los cabos.
Las edades, los tiempos, las esperanzas, las tiernas conmemoraciones y todo cuanto constituyen esos eternos fantasmas que se suceden sin interrupción en el gran laboratorio que da calor al alma, son completamente desconocidos en la morada de Ambrosio. No sabe cuándo nació y confusamente recuerda los cabos de año que ha celebrado desde que murieron sus padres.
Palabra del Dia
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