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Actualizado: 23 de mayo de 2025


24 Y que aparejasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen a salvo a Félix, el gobernador. 25 Escribió una carta en estos términos: 26 Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 28 Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos;

Deteníanse los carros ante la puerta, todas las rejas de la calle tenían cabalgaduras atadas a sus hierros, y dentro de la casa sonaba el zumbido de la rústica aglomeración.

Los dos jinetes galoparon hacia el grupo de toros, y cerca de ellos detuvieron sus cabalgaduras, poniéndose de pie en los estribos, agitando en el aire las garrochas y dando fuertes gritos para asustarlos. Un toro negro y de fuertes piernas se separó del grupo, corriendo hacia el fondo del cerrado.

Una tarde, al principio de la primavera, volvían los dos de una tienta de becerros en una dehesa del marqués. Este, con un grupo de jinetes, marchaba por la carretera. Doña Sol, seguida del espada, metió su caballo por las praderas, gozándose en la blanda impresión que comunicaba el almohadillado de la hierba a las patas de las cabalgaduras.

Y ambos se emparejaron y se pusieron a caminar al paso, unas veces vivo, otras muerto, de sus cabalgaduras. Conforme se alejaban de la villa industrial, el paisaje iba siendo más ameno. La carretera bordaba las márgenes de un río de aguas cristalinas, y era llana y guarnecida de árboles.

Corneta, toca á la carga: dijo, y al escuchar los soldados los bélicos sonidos de la trompeta pusieron al galope sus cabalgaduras y segundos después, se había entablado una cruenta lucha, cuerpo á cuerpo, de la que no salieron muy bien tratados los Independientes que la sostuvieron, breves minutos.

Dejaron las cabalgaduras en poder de los mozos y se abalanzaron a los coches, produciendo disturbios y curiosidad en los viajeros que no contaban con la novedad de aquella numerosa caravana. Gustavo Núñez, cada vez más terco e insolente, quiso sentarse al lado de Elena, pero no logró más que experimentar un claro y doloroso desaire. La joven se alzó instantáneamente de su asiento.

Yo conozco muy bien las calles, porque antes venia yo todos los días a vender leche. Le seguí sin oir lo que el mancebo decía. ¡Cómo resonaba en la calle desierta el paso de las cabalgaduras! Aquí! exclamó Mauricio, deteniendo el caballo. No es aquí.... , señor. El zaguán estaba abierto. Por una de las ventanas salía un torrente de luz. Lo comprendí todo.

El 19 llegó al fuerte dicho práctico, y entregando la carta al capitan, sin aguardar mas oficios, despachó con dos partidarios y dicho práctico las cabalgaduras que le pedia: y con ellas, puesto en camino dicho Capitan comandante y algunos de los suyos, llegó al presidio el dia 21, y su equipaje el 24, donde se mantuvo hasta el 26.

Desviaos afuera, y esperad que aclare el día, y entonces veremos si será justo o no que os abran. ¿Qué diablos de fortaleza o castillo es éste -dijo uno-, para obligarnos a guardar esas ceremonias? Si sois el ventero, mandad que nos abran, que somos caminantes que no queremos más de dar cebada a nuestras cabalgaduras y pasar adelante, porque vamos de priesa.

Palabra del Dia

ciencuenta

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