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Actualizado: 11 de junio de 2025


¡Oh! ¡no estamos muy bien! Y sobre todo como debe estar puesta su casa... Siempre oigo hablar de sus cañaverales... ¿Es ese su único establecimiento? ,... en Entre Ríos también... ¡Qué feliz! Si pudiera uno... Siempre deseando ir a pasar unos meses en el campo, y siempre con el deseo! Se calló, echando una fugaz mirada a Nébel.

Azorín y Sarrió han recorrido la ciudad; luego, de pechos sobre el puente, han contemplado el río que se desliza turbio. A lo lejos, entre unos cañaverales, al pie del palacio episcopal, unos patos se zambullen y nadan. Y Sarrió, viendo estos patos, ha dicho: Esos patos que nadan en el río, ¡qué gordos que están, querido Azorín!

Alegre y vivaracha acompañaba a su huésped a través de los jardines, enseñándole sus colecciones de flores de todas clases, explicándole cómo había secado las tierras y canalizado las aguas del río que ahora serpenteaba entre orillas plantadas de iris y de cañaverales. El escuchaba encantado su graciosa charla y admiraba su espíritu a la vez práctico y lleno de imaginación.

Me deleita este olor del agua, esta misteriosa agitación de los insectos en los cañaverales, este suave murmullo de las largas hojas estremeciéndose. Oyese a veces una nota triste, y retumba en el cielo como el zumbido de una caracola marina. Es el alcaraván que esconde en el fondo del agua su inmenso pico de ave pescadora, y sopla... ¡ruuú! Bandadas de grullas vuelan por encima de mi cabeza.

Frontero al sitio en que imaginamos hallarnos, y en la otra banda del Guadalquivir, junto á su orilla, plantada de alamos blancos y de verdes cañaverales, veíase la Cartuja de Santa María de las Cuevas, rodeada por un espeso bosque de naranjos y de olivos, y en los últimos términos, la fundación insigne de San Isidoro del Campo, sepulcro del héroe de Tarifa, el monasterio de San Jerónimo y la robusta atalaya, erigida por los Guzmanes en el lugar de la Algaba, ya casi envuelta en las nieblas azuladas del horizonte.

El tigre tiene chorreada la piel para poder disimularse entre los cañaverales. Y las palmeras son altas cortó Lirio , porque la jirafa tiene el cuello largo. Los cañaverales existen para que el tigre, confundiéndose con el medio, adquiera una piel bonita. Esa calle existe para que yo la pinte, porque la juzgo preciosa y porque me da la gana. Prosigo sin hacer caso de tus chocarrerías.

A la derecha, á lo lejos, se veía la isla de Talim, de de un puro azul; en medio del lago y en frente casi, una islita verde, la isla de Kalamba, desierta, en forma de medialuna, á la izquierda, la hermosa costa bordada de cañaverales, un montecillo que domina el lago, despues vastas sementeras despues techos rojos por entre el verde oscuro de los árboles, el pueblo de Kalamba, despues la costa se pierde á lo lejos, y en el fondo, el cielo cierra el horizonte descendiendo sobre las aguas dando al lago apariencias de mar y justificando la denominacion que los indios le dan de dagat na tabang.

De vez en cuando, a ras de la líquida superficie, surgía una mancha negra; las crestas de los cañaverales inundados; las copas de los árboles; vegetaciones extrañas y monstruosas que parecían enroscarse en la sombra. El silencio era absoluto. El río, libre de la opresión de la ciudad, no mugía ya; se agitaba y arremolinaba en silencio, borrando todos los vestigios de la tierra.

Esta es la razón por la que casi siempre voy a la espera a pie, zabulléndome en pleno pantano, con enormes botas hechas de toda la longitud que el cuero permite. Camino con lentitud, prudentemente, temeroso de hundirme en el légamo. Me separo de los cañaverales, lleno de olores salitrosos y de saltos de ranas.

Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche: el borboteo de las acequias, el murmullo de los cañaverales, los ladridos de los mastines vigilantes. Despertaba la huerta, y sus bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca.

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