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Actualizado: 15 de junio de 2025


Mantoux se preguntó si no le había engañado su vista y si no era víctima de una alucinación; recuperó la presencia de ánimo, volvió sobre sus pasos y buscó al enemigo; el camino estaba desierto y la aparición se había desvanecido en la noche. Una obscuridad profunda envolvía la casa.

Minutos más tarde, se notó su desaparición. El doctor fue al vestíbulo y buscó, entre los abrigos de los convidados, el de Roberto: todavía estaba allí. Con la familiaridad de un viejo pariente, se puso en busca suya en las habitaciones de atrás, vacías y silenciosas, pues los criados estaban ocupados en servir.

¿Tendría usted... por ahí... un poquito de agua?... dijo don Fermín, que se ahogaba, y que no podía separar la lengua del cielo de la boca. Don Víctor buscó agua y la encontró en un vaso, sobre la mesilla de noche. El agua estaba llena de polvo, sabía mal. Don Fermín no hubiera extrañado que supiera a vinagre. Estaba en el calvario.

Realizóse este deseo y desde entonces quedó absolutamente convencido de que había resuelto el gran problema de la vida futura. Buscó en el barrio de Chamberí un carpintero que por poco precio le fabricó otra mesa giratoria semejante a la del cafetero, y así que la tuvo en su poder ya no dejó en paz a ninguno de sus amigos difuntos.

Una mano invisible buscó la suya por debajo de la mesa, como algunas noches antes, para recomendarle prudencia. Pero ahora apretaba fuerte, con la autoridad que confiere el derecho adquirido. ¡Oh, señor! suspiró la dulce Berta . ¡Decir esas cosas un joven tan distinguido y que tiene...! No pudo continuar, pues su esposo le cortó la palabra.

Busco ahora en el pasado, con triste avidez, todos los hechos, todos los incidentes que hace largo tiempo me hubieran instruído si el respeto filial, la costumbre y la indiferencia de un feliz ocioso, no hubieran cerrado mis ojos á toda luz.

Fernando buscó un taburete para sentarse a los pies de la niña, y como si cediera a un impulso contenido y frenético, con una embriaguez de palabras ardorosas, la habló de amarla mucho y amarla siempre. Ella aturdida, hechizada, se dejó inflamar en aquel fuego divino que ya había prendido en su corazón, y respondió a la querella amorosa con una encantadora reciprocidad de promesas.

Hace tiempo que te busco, y ahora que te encuentro te pregunto si crees que no me has perseguido y vejado bastante. ¿Quieres que sea bastante ya? dijo Garrote con sarcasmo . Pues sea y déjame en paz. Si no me acuerdo de ti, si te desprecio....

Con motivo de los susodichos censos, el señorito buscó asiduamente las onzas del nuevo escondrijo de su madre; tiempo perdido: o la señora no había atesorado más desde el robo, o lo había ocultado tan bien, que no diera con ello el mismo diablo.

El diputado volviose al oír su nombre, y palideció como en presencia de una aparición. Era don Andrés quien le llamaba. ¿Usted aquí? He llegado en el correo de Madrid. Hace dos horas que te busco por todas las fondas de Valencia. Ya sabía que estabas aquí... Pero vámonos, tenemos que hablar; este no es buen sitio.

Palabra del Dia

rigoleto

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