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Actualizado: 4 de julio de 2025


A la vez que un lacayo le quitaba de los hombros la negra capa salpicada de nieve, Bracamonte repuso: Que se pretende dar parte al Santo Oficio en la causa de Antonio Pérez, para burlar de esta suerte los Fueros de Aragón.

Yo, que me vi ya mal con el ama, y que no la podía burlar, busqué nuevas trazas de holgarme, y di en lo que llaman los estudiantes correr o rebatar.

Así, cuando llevan vida nómada, sus hogares cambian de la noche á la mañana, en cuanto al lugar, y son siempre establecidos en los sitios mas solitarios; y cuando se ven forzados á una residencia fija construyen sus habitaciones del modo menos ostensible, á fin de burlar la vigilancia social.

No pocas damas desaforadas tenían el descoco de reír y burlar sobre su condición arisca, apellidándole el nuevo Hipólito y tal vez sintiendo el prurito de remedar a Fedra con mejor éxito y ventura.

Mi propensión a reír y a burlar, aunque sea a costa mía, me induce en ocasiones a ver este asunto por el lado cómico, pero no sazono el acerbo chiste con sal y pimienta, sino con hiel y vinagre. La cualidad de snob, me digo, puede encumbrarse a un grado heroico. Para probarlo acude a mi memoria lo que ocurrió a mis amigas la señora y las señoritas de Pinto.

Ansiaban los protestantes sevillanos poseer escritos propagadores de la nueva doctrina, que á cientos se publicaban en Alemania y los Países Bajos; y como la posesión de los tales libros y su introducción en España era dificilísima, pensaban en mil modos para burlar á la Inquisición, que tenía puesta toda su atención en la reforma para aniquilarla.

A ser posible, quisiera burlar a las mujeres sin deshonrarlas ni perderlas, aspirando el perfume sin ajar la flor, bebiendo en el vaso sin empañar el cristal; limitándose a enseñar a sus queridas lo que es amor, sin que luego en brazos ajenos tengan que sonrojarse por lo que hayan aprendido en los suyos.

Su astucia estaba habituada á burlar persecuciones, y sin que Ferragut pudiera darse cuenta de cómo fué su desaparición, se escabulló entre los grupos cerca de la plaza de Cataluña. «No iré», fué lo primero que se dijo Ulises al quedar solo. Sabía lo que significaba esta invitación.

Pero, volviendo a la plática que poco ha tratábamos del encanto de la señora Dulcinea, tengo por cosa cierta y más que averiguada que aquella imaginación que Sancho tuvo de burlar a su señor y darle a entender que la labradora era Dulcinea, y que si su señor no la conocía debía de ser por estar encantada, toda fue invención de alguno de los encantadores que al señor don Quijote persiguen; porque real y verdaderamente yo de buena parte que la villana que dio el brinco sobre la pollina era y es Dulcinea del Toboso, y que el buen Sancho, pensando ser el engañador, es el engañado; y no hay poner más duda en esta verdad que en las cosas que nunca vimos; y sepa el señor Sancho Panza que también tenemos acá encantadores que nos quieren bien, y nos dicen lo que pasa por el mundo, pura y sencillamente, sin enredos ni máquinas; y créame Sancho que la villana brincadora era y es Dulcinea del Toboso, que está encantada como la madre que la parió; y cuando menos nos pensemos, la habemos de ver en su propia figura, y entonces saldrá Sancho del engaño en que vive.

Cuando la voz de la de Leiva, lleno de recelo, aunque sin arredrarme, dije para : Ahora va a ser la tuya, Gabriel. La marquesa te conocerá, con lo cual, hijo, has hecho tu suerte. Entré, sin embargo, resueltamente. De modo decía la marquesa que un inglés se puede burlar impunemente de toda España...

Palabra del Dia

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