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Actualizado: 16 de julio de 2025


A los dos extremos de la mesa había un bosque, por decirlo así, de botellas de riquísimo cristal, sobre salvillas rodeadas de copas. A la derecha y á la izquierda de esta mesa había otras dos cubiertas de otros platos y de otras botellas y alumbradas cada una por un candelabro en forma de ramillete, de entre cuyas flores, admirablemente contrahechas, salían las bujías.

Así que el batir de la puerta hubo anunciado a Lucía que estaba sola del todo, y que sus ojos se fijaron en la habitación desconocida, mal alumbrada por las bujías, desvaneciósele la especie de mareo del viaje; recordó su cuartico de León, sencillo, pero primoroso como una taza de plata, con su pila, sus santos, sus matas de reseda, su costurero y su armario de cedro, monumental y atestado de ropa limpia.

En esta se habían prodigado las luces: dos bujías a los lados del piano vertical; sobre la consola, en los candelabros de zinc, otras cuatro de estearina rosa, acanaladas; en el velador central, entre los albums y estereóscopos, un gran quinqué con pantalla de papel picado.

Las altas cumbres son las primeras que desaparecen; después las crestas y las colinas, unas tras otras... Allí, las bujías de los candelabros fueron las primeras que se rodearon de una aureola rojiza y lanzaron rayos con todos los colores del arco iris; en seguida, todo lo que parloteaba y comía detrás de los candelabros se borró también a mis ojos.

La noche de la tertulia a que asistió por primera vez el Vizconde de Goivoformoso, la mayor de las señoritas de Pinto, que se llamaba Julia, tenía un collar de brillantes coleópteros, cuyos élitros, heridos por la luz de lámparas y bujías, lanzaban deslumbradores y tornasolados reflejos; y la segunda, que se llamaba Flora, llevaba zarcillos y collar de uñas de tigre, muy lustrosas y acicaladas, engarzadas en oro.

Apagaremos como febles antorchas el sol, las estrellas, los astros todos; extinguiremos los mas leves destellos que brillen sobre la tierra: las bujías que alumbran la mansion del hombre, los fuegos que resplandecen junto á la cabaña del pastor, las pálidas llamas que revolotean en la broza del cementerio, hasta las chispas que arroja el pedernal.

En el tercer piso se detuvo, no sin algún sobrealiento, y abriendo las puertas de dos gabinetes contiguos, pero independientes, encendió con pajuelas las bujías colocadas, sobre la chimenea, y fuese. Artegui y Lucía permanecieron unos segundos callados, de pie, en la puerta de las habitaciones. Al fin pronunció él: Es natural que quiera usted lavarse y quitarse el polvo, y descansar un rato.

En efecto, el criado entraba en este momento; sólo tuvo que recoger los restos carbonizados tirados por el suelo. Y si nadie me hubiera socorrido continuó María Teresa sonriendo, habría sido víctima de este accidente. No se lo reprocho; pero usted ha querido encender estas bujías de cera que quieren ser de la época, y ha colocado mal la pantalla que usted ha hecho arder.

Sólo se hablan olvidado unas bujías y Patricia bajó a traerlas. Acostado Maxi, sucedió lo que se temía: que se puso peor, y vuelta a los vómitos y a la desazón espasmódica. « no quieres hacer caso de ... ¡Cuánto mejor que hubieras dormido en casa esta noche!

Pero, más allá de diez varas en radio, nada hacía sospechar su presencia. Sin embargo, a nuestro embozado debió parecerle una lámpara Edison de diez mil bujías, a juzgar por el cuidado con que se subió aún más el embozo y la prisa con que abandonó la acera para caminar ceñido a la tapia del patio en que las sombras se espesaban.

Palabra del Dia

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