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La marquesa, particularmente, estaba como niño con zapatos nuevos con la amistad de aquella señora, que era afable sin fingimientos, y buena sin doblez.

Este tuvo cuenta con la poca gente que venía, y con ver que mucha della estaba flaca y maltratada. Dió de todo relación á los moros, persuadiéndoles que nos diesen la batalla y peleasen antes que hacer acuerdo alguno con cristianos. Otro día bien de mañana comenzó á caminar el campo, marina á marina, en muy buena orden, la vuelta de los pozos, donde habíamos de alojar.

No me pareció bien el viaje que llevaban, y así, determiné soltarme, como lo hice, y saliéndome de Granada di en una huerta de un morisco, que me acogió de buena voluntad, y yo quedé con mejor, pareciéndome que no me querría para más de para guardarle la huerta, oficio, a mi cuenta, de menos trabajo que el de guardar ganado; y como no había allí altercar sobre tanto más cuanto al salario, fué cosa fácil hallar el morisco criado a quien mandar y yo amo a quien servir.

En este mundo no había que buscar la felicidad, la tierra no era el centro de las almas decididamente. Por todo lo cual lo más acertado era morirse; y así, el redactor, que había comenzado lamentando lo solos que se quedaban los muertos, concluía por envidiar su buena suerte.

Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo: -Por Dios, que la bacía es buena y que vale un real de a ocho como un maravedí.

Usted tiene una filosofía práctica y una visión clara de la vida. ¡Pero querría preguntarle algo más...! LA ENFERMERA. ¡Pregunte...! SITA. Hay una persona que me parece representar en este asunto el papel de víctima; se trata de la buena condesa de los Charmes... LA ENFERMERA. ¿Por qué...? SITA. Ella cedió su palacio, ella corre con los gastos de la empresa y, sin embargo, nadie le hace caso.

Monsiñor Profondo, á quien iba recomendado, era sugeto raro, y uno de los mas terribles sabios que en el mundo habia. Quísome instruir en las categorías de Aristóteles, y por poco me pone en la de sus gitones: de buena me libré. procesiones, exôrcismos, y no pocos robos. Decian, aunque contra toda verdad, que la siñora Olimpia, dama muy prudente, vendia ciertas cosas que no suelen venderse.

Sentimos lo mismo que en presencia de un muro detrás del cual se mueve una muchedumbre invisible. Los dos amigos volvieron la cabeza al notar que Conchita se apoyaba en la baranda junto a ellos. Habíase despedido repetidas veces de doña Zobeida, pero ésta iba luego en su busca para hacerle nuevas recomendaciones. La buena señora pensaba salir aquella noche para su amada Salta.

Conocida por el corregidor, D. Felix José de Villalobos, la buena disposicion de los Cochabambinos, y asegurado de su fidelidad, dispuso 600 hombres, que á las órdenes de D. José de Ayarza, saliesen á conocer los estragos que se experimentaban en su provincia.

Y porque yo no pretendo Tratar de gente extranjera, de nuestros españoles Digo que Lope de Rueda, Gracioso representante, Y en su tiempo gran poeta, Empezó á poner la farsa En buen uso y orden buena; Porque la repartió en actos, Haciendo introito en ella, Que ahora llamamos loa, Y declaraba lo que eran Las marañas, los amores, Y entre los pasos de veras, Mezclados otros de risa, Que porque iban entre media De la farsa, los llamaron Entremeses de comedia; Y todo aquesto iba en prosa Más graciosa que discreta.