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Actualizado: 7 de junio de 2025


Era una mañana de otoño; el pueblo comenzaba a desperezarse, las brumas iban subiendo por el monte Izarra y del puerto salía, despacio, una goleta. Llegamos a Aguirreche; estuvimos un momento, y después, mi abuela, la tía Úrsula y mi madre, vestidas con mantos de luto, y yo con la Iñure, nos dirigimos a la iglesia.

La victoria quedó por Lorío. Las falanges de Entralgo se disiparon como las brumas á los rayos del sol. Unos se escondieron entre los maizales de la vega, otros entre los castañares, los más se guardaron en sus casas. Los vencedores pasearon las calles del lugar celebrando con gritos de júbilo su triunfo, llamando en cada puerta y dirigiendo á los vencidos sangrientos insultos.

Puros eran los contornos de la cima y limpios como los de una estatua se dibujaban luminosos en la sombra, pero la soberbia pirámide parecía hallarse completamente separada de la tierra. Tranquila y fuerte, inmutable en su reposo, parecía flotar en el cielo. Pertenecía á otro mundo y no á este planeta envuelto en nubes y brumas como en sórdidos trapajos.

Entonces cierra los ojos y sueña. ¡El mundo entero le es indiferente!... ¡Qué lejos está su vida pasada! No ha sido esa vida gran cosa; la mujer y la pasión no han hecho en ella ningún papel, y, sin embargo, ¡qué rica y brillante de colores le ha parecido! Entonces se lo ha tragado todo un abismo, y sobre ese abismo flotan brumas rosadas.

Por entre las hojas percibíase el mar, en espacios azules deslumbradores como trozos de vidrio roto que espejearan entre las brumas del aire.

Gustaba de sus cantares, de sus chanzas groseras, de sus guisos y ensaladas; aunque por la constante gravedad de su rostro parecía más bien nacida entre las brumas de la Noruega que bajo el ardiente sol de la Bética. Ni comprendía ni mucho menos podían ser de su agrado los modales de un trato delicado y culto.

Por el espacio pasaba junto a con perezoso vuelo un gran pajarraco: era el águila que acudía a guarecerse a la torre... Las brumas del mar subían poco a poco. Bien pronto veíase tan sólo el blanco festón de la espuma alrededor de la isla... De pronto, por encima de mi cabeza, surgía una gran oleada de plácida luz. Estaba encendido el faro.

Abajo extendíase el rojo caserío moderno del Terreno, y más allá, al extremo del cabo, el antiguo Puerto Pi, con su torre de señales y las baterías de San Carlos. Al otro lado de la bahía perdíase mar adentro, en las brumas flotantes del horizonte, un cabo de obscuro verde y peñas rojizas, sombrío y deshabitado.

¿Era este paisaje el mismo que habían contemplado los concurrentes al Casino? Ahora flotaban sobre él vaporosos velos de brumas, y aquella tierra normanda color verde de esmeralda pálida, sin horizontes, humedecida por la niebla, parecía salida, como en las primeras edades del mundo, de las ondas y del caos.

Por los tristes dolores que sufríste, por los que has de sufrir, seca tu llanto, y a la pálida novia que a viene, sedienta de tu amor, abre los brazos. Sonríe, poeta del dolor, sonríe: la hora de los besos ha sonado. La vida es un dolor. Es algo incierto, lleno da brumas y de ensoñaciones que nos hacen temblar. Sepulcro abierto para enterrar en él las ilusiones.

Palabra del Dia

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