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Respetaban mucho al Cristo de Salta, pero les inspiraba más miedo la «Viuda del farolito», una bruja que se aparecía de noche con un farol en una mano á los arrieros perdidos en los caminos. El que la encontraba debía hacer inmediatamente sus preparativos para irse al otro mundo, pues seguramente ocurriría su muerte antes de que se cumpliese un año.

Las mujeres robaban a la madre al venderla los comestibles, y además la apodaban «la Bruja». Todos hacían la cruz a estos gitanos que se atrevían a vivir en una celda del monasterio, cerca de los muertos, en continuo trato con el fraile fantasma que se paseaba por el claustro.

Y si esos conocimientos habían sido adquiridos donde no se debía hacerlo, nada os impedía que compensarais esto yendo a la iglesia regularmente. En efecto, los niños que la bruja de Tarley hechizaba, los vi bautizar más de una vez y recibir el agua bendita tan bien como los demás.

Wetterhexe escuchó; una ráfaga de viento acababa de oírse en el silencio de la noche, agitando los bosques seculares cubiertos de escarcha. ¡Cuántas veces la bruja había oído gemir el cierzo en las noches de invierno y ni prestó siquiera atención! ¡Pero ahora sentía miedo!

Por fin, algunas tardes, desafiando las miradas hostiles, fue con su niño al cementerio. Al principio le tenía cierto miedo a Teulaí, el terrible cuñado, para el cual matar era ocupación de hombres, y que, indignado por la muerte del hermano, hablaba en la taberna de hacer pedazos a la mujer y a la bruja de la suegra. Pero hacía un mes que había desaparecido.

Al fin llegó la niña al palacio y supo que dentro de cuatro días se casaría el príncipe con la hija de la bruja. Ella se sentó en el jardín, y trató de hacerse pasar por una tonta. Con este motivo se lavaba la cara con barro y hacía otras muchas tonterías. Sacó la gallina de oro y le dió el trigo. 160 Los sirvientes del palacio refirieron esto a su señorita que vino a verlo.

O! dice Crisias, yo á mi padre, que lo contaba muchas veces, que en casa salia un Duende, y así no hay duda que ha habido Duendes. Cleóbulo dice: Esto es cierto, yo se lo he oido contar muchas veces á mi abuela, y á fe que era una señora bien racional, que una noche voló una bruja, y paso el mar, y se fué á Nápoles, y luego volvió, &c.

Aquí todas las cosas se cobijan bajo un manto de coquetismo, tambien el sueldo. Paris no querria, le concedo esta idealidad noble y generosa, un sueldo grosero, ignorante, idiota, no; no quiere el oro que se da por ir al teatro, con el fin de ver las maniobras de un hechicero, de una bruja, si las hubiera: busca siempre y en todas partes la satisfaccion de su genio artístico; su sombra chinesca.

Era un cacique que, merced a los encantamientos de la bruja, se había convertido en águila para cegar al conquistador. Hombres razonables y equilibrados no hubieran seguido adelante. Una visión ordinaria de la realidad les habría impulsado a retroceder o a tenderse en el suelo, desalentados.

Nunca confesé sino cuando lo manda la santa madre Iglesia; y así, con esto y mi oficio, he sustentado a tu madre lo más honradamente que he podido," "¿Cómo me habéis sustentado? dijo ella con gran cólera, que le pesaba que yo no me aplicase a bruja ; yo he sustentado a vos y sacádoos de las cárceles con industria, y mantenido en ellas con dinero.