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Actualizado: 12 de junio de 2025


De todos modos el brindis produjo cierta penosa impresión que no logró desvanecer Fuentes, aunque soltó el chorro de sus paradojas más graciosas. Señoras, yo no brindo decía a las que tenía cerca , porque no soy orador.

Hubo brindis en prosa y en verso, discursos y epitalamios; se rió, se cantó y se disparató. Un soplo de alegría desenfrenada corría por la pomarada levantando todas las cabezas, enronqueciendo todas las gargantas. Tan sólo el señor de las Matas de Arbín se mostraba taciturno y reservado.

Borraron la impresión de este incidente los atildados e insubstanciales brindis que le siguieron de los presidentes de ambas Cámaras. Los dos graves señores, ajustándose estrictamente al carácter y al motivo palmario de la fiesta, consagraron lo principal de sus discursos a mayor honra y gloria del festejante, y lo accesorio, vago e incoloro, a la política.

Cuando está en el tabernáculo canta con mucha melodía mientras bailan las mujeres, siguiendo y repitiendo éstas el canto de la diosa, cuyo contenido es sus guerras y victorias. Síguese después la ceremonia del brindis y de las ofrendas, y luego vuela por los aires con grande aplauso y fiesta del pueblo.

Decir que al final hubo brindis calurosos, cánticos desafinados, discursos filosófico-sociales del joven Antero, y que éstos produjeron tal emoción en algunos comensales que lloraban berreando como niños, casi parece inútil.

Muchos sonreían con expresión maliciosa. «¡Olé los niños con suerteDio media vuelta, arrojando la montera al terminar el brindis, y esperó al toro, que le traían los peones con el engaño del capote. En muy corto espacio, procurando que la fiera no se alejase de este sitio, realizó el espada su faena. Quería matar bajo los ojos de doña Sol; que ésta le viese de cerca desafiando el peligro.

Entre los episodios dignos de ser recordados que tuvieron lugar en la Alameda en los largos años de nuestras revueltas políticas, citaré un gran banquete que allí se celebró en 1820 á las tropas de Riego, al cual asistió el mismo general, que á la hora de los brindis leyó uno en muy medianos versos que había escrito su hermano el canónigo don Miguel del Riego.

Siguieron los brindis, cada vez más acalorados y tempestuosos, de tal modo que nadie se entendía. Uno de los más celebrados fue el de Martita, quien por consejo de Ricardo, que estaba a su lado, había bebido tres copas de champagne y no sabía lo que le pasaba.

Antes de partir el tren, el empleado del vagón sabía ya el motivo que ha arrancado á la duquesa de su castillo cerca de Londres, haciéndola atravesar París de estación á estación. Va á Brindis me ha dicho para recibir el cadáver de su nieto, un aviador que acaba de morir en los Dardanelos. Algo entrada la mañana salgo al pasillo. Los vidrios de las ventanas están opacos á causa del frio exterior.

Con todas sus consecuencias repitió el buey Apis. Y paseó por todos los presentes una mirada orgullosa, casi fiera, que no carecía de la tosca grandeza de un Mario, a la vez plebeyo y formidable, que se dejase acariciar por afeminados patricios... Un aplauso general acogió la declaración del antiguo revolucionario, y Villamelón, muy conmovido, propuso un brindis en honor del rey Alfonso XII. Apuráronse las copas, y Fernandito, tomando entonces la que había servido a Martínez, dijo solemnemente: Esta copa tendrá con los años gran valor histórico. ¿Me entiende usted, Martínez?... Permítame que la guarde... Quiero legarla a mis hijos.

Palabra del Dia

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