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Actualizado: 26 de junio de 2025


Miguel comprendió inmediatamente que quien lo había pedido era su madrastra. El brigadier le abrazó llorando y se despidió repitiéndole al oído las mismas incomprensibles palabras: «¡Ya sabrás, ya sabrás lo que te quiere tu padreLa andaluza no quiso decirle adiós, ni Miguel se humilló a solicitarlo.

Por Dios, Luz, no te enojes. No he sabido resistir a sus ruegos. Le he traído en mi compañía. Está aguardando en la cuadra alta. Voy a llamarle volando. Antes de que doña Luz consintiese, su amiga, ligera como una corza, había salido en busca del diputado brigadier. Doña Luz no sabía lo que le pasaba. Estaba agitadísima.

Y con mano febril, por donde se podía adivinar el grado de apasionamiento a que el brigadier había llegado, sacó del bolsillo una cartera y de la cartera un retrato de mujer, que puso delante de los ojos a su hijo. Mírala, ¿te gusta? Miguel la echó una rápida mirada por complacer a su padre y bajó la cabeza en señal afirmativa. Vamos dijo el brigadier en voz baja y temblorosa, dala un beso.

Pues señor, dijo el brigadier, difícilmente puede encontrarse un personaje de más peso y de más edad. Dejé á mis compañeros en su fonda, y el carruaje me llevó á mi casa, en donde encontré á la amable familia americana, la misma que nos habia convidado á la tertulia de la calle de Lepelletier.

Silencio profundo. Todo el café, por dentro y por fuera, aguarda resignado. La orquesta preludia, la multitud grita, las sillas crugen, las mesas se chocan, los mozos corren, los curiosos se arremolinan, todos se sientan, la puerta del fondo se abre, el carácter cómico asoma.... ¡Carcajada general, unánime! ¡Ovacion completa! ¿Qué es eso? me preguntó muy bajo el asombrado brigadier.

Pesa próximamente.... ¿Cuánto dirán ustedes? ¿Quién puede saberlo? contestaron al par mis interlocutores. Calculen ustedes poco más ó menos. ¿Dos mil quinientos quintales? preguntó el compañero del brigadier. Más de cinco mil. Pesa muy cerca de veintitres mil arrobas. ¿Y esa columna es de una sola pieza? Una sola pieza. De otra manera no seria obelisco.

Parece que en ese teatro de mágia no debe ser actor otro personaje que un hechicero. Entretenidos en mirar aquella mímica brillante, nadie tocaba á la cerveza ni á los bizcochos. Yo no quitaba ojo al brigadier Rotalde, que tan pronto se echaba el sombrero hácia la frente, como se lo dejaba caer hacia atrás, moviéndose casi contínuamente en la silla, en señal sin duda de impaciencia.

El empleo de brigadier, el título de ciudadano de la Union, y además el mando en jefe de la division, de Cúcuta, fueron las recompensas otorgadas á Bolívar por tan señalado triunfo. Unida su fuerza á la que trajo el coronel Manuel Castillo, jefe militar de Pamplona, ascendia ya á unos 1.200 hombres bien municionados y armados.

Cuando Miguel se hizo bachiller, con la nota de sobresaliente en letras y la de aprobado en ciencias, vino su padre de Sevilla, y tuvieron una larga conferencia para tratar de la elección de carrera: el brigadier se inclinaba a la de ingeniero; pero Miguel quiso ser abogado, y aquél no se atrevió a contrariarle.

Vuelto el brigadier, tratamos de bajar á la capilla subterránea, como ya dije; pero se ofrecia una dificultad. El conserje nos manifestó que teniamos que esperar algun tiempo. El brigadier, que á su despejo natural, une la impaciencia del soldado, preguntó al conserje por qué razón teniamos que esperar el tiempo que decía.

Palabra del Dia

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