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Actualizado: 16 de julio de 2025
Pero aún queda esperanza: de repente acorta el paso, sigue despacio, parece que duda, vacilando entre la cita y el deber... Por fin acelera la marcha, se aleja casi corriendo, y allá, en lo alto de la calle, se pierde confundida en un grupo de gente, mientras don Juan, humillado y rabioso, murmura entre dientes, rasgando el visillo del balcón: ¡Cobarde! ¡Bribona!
La Pipaón pensó así: «Lo que quiere esta bribona, es que yo me humille más, que yo le ruegue y le suplique y haga algún puchero delante de ella... quiere que me arrastre a sus pies para pisotearme... ¡Ah!, cochinísima, si yo no estuviera como estoy, ¿sabes lo que haría?
Doña Lupe empezó a tomar el chocolate que le trajo doña Fuensanta, y a renglón seguido continuó la relación, imitando la voz y la actitud de la delirante. «Y se ponía así: 'Allí está, mírenlo... el señor de Sor Natividad... La bribona lo tiene preso... Bribona, más que loba.... ¿Sabes tú quién es el señor... con retintín, de Sor Natividad?
El duque aun estaba en la cama y, sin los artificios de tocador, nadie le hubiera rebajado un mes de sus sesenta y tres años. Y bien, elegante doctor dijo con su risa sonora , ¿qué año nuevo nos trae usted? ¿La Fortuna, al fin, querrá venir a verme? ¡Ah! ¡bribona, si vuelvo a pillarte! Usted es testigo, doctor, de que la espero en la cama.
No, no, que no le mate... Pero lo que es a esa bribona, tramposa, embustera... ¿Pues no tiene la poca vergüenza de creer que tendrá hijos?... ¡Hijos ella...! Dígame usted, ¿qué se pierde con que se vaya para el otro mundo un trasto semejante?
Como yo había oído que el aguardiente es bueno pa quitar el dolor de barriga, poniendo por fuera unos paños bien empapaos en ello, calenté en una sartén como medio cuartillo; y cuando estaba casi hirviendo, llevélo así á la cama onde se estaba revolcando la muy bribona. Pues, amigo... tocante á eso... ¿qué te diré yo?
Y lo repetía obstinadamente, sin entonación, como el que afirma una cosa natural e inevitable. ¿Qué dices, bribona? Que me voy, que me voy.... A mi casita pobre.... ¡Quién me trajo aquí! ¡Ay, mi madre de mi alma!
¡De modo que si esa dama con quien entretienen al príncipe don Felipe tiene tales conocimientos secretos, debe ser una bribona! No sé, no sé, excelentísimo señor; porque también hay damas y muy damas que se pierden por estos tunos. Tomad dijo el duque abriendo un cajón y sacando de él un estuche. ¿Y qué es esto, señor? Una gargantilla. ¡Ah! ¿Debo visitar á esa dama? Sí. ¿Y qué la he de decir?
Un hombre que estaba en la abertura de la cerca y que extendía el puño hacia ellos, gritó con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Ah, ah, bribona, estás otra vez ahí! Corro en busca de la condesa para hacerle saber lo que pasa aquí. Esta vez te va a salir mal. Elena se puso vivamente de pie, azorada por aquella amenaza, y huyó hacia la casa dando gritos agudos.
¿Y cree usted, santo de Dios, que no se me había ocurrido a mí? ¿Piensa usted que no sueño todas las noches con un chiquillo que se me parezca, que no sea hijo de una bribona, que continúe el nombre de la casa..., que herede esto cuando yo me muera... y que se llame Pedro Moscoso, como yo?
Palabra del Dia
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