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Actualizado: 22 de julio de 2025
Se servía dos o tres platos colmados, se desabrochaba, la frente le empezaba a ahumar y había que dejarle reposar después una hora sobre la cama; si no, corría peligro de estallar como una bomba. Consejero solía decirle que cada día comía más callos y jugaba peor al tresillo. Y nunca soltaba la frase sin que el buen clérigo se retorciese y sofocase de risa.
Llevaba su correspondiente bomba bien cargada, y estaba decidido a lanzarla en medio del concurso, con el mismo derecho que el más obligado de los concurrentes: que fuera la última de todas, corriente, y ya eso se lo había aconsejado su modestia; pero dejar de lanzarla, ¿qué se diría de él?
Al año de casados, cuando llegó á Londres la noticia de que Alejandro II había muerto destrozado por una bomba de los revolucionarios, corrió como una loca por sus habitaciones y hubo de guardar cama después de una tremenda crisis de indignación. ¡Infames! ¡Un hombre tan bueno!... ¡Han matado á su padre!
¡Bomba! gritó de pronto uno de los que la echaban de graciosos . Brindo por ese cúralo-todo que Dios nos ha enviado a esta tierra, para que todos vivamos más años que Matusalén; con condición de que, cuando llegue el caso, no trate de prolongar la vida de mi mujer, y mi purgatorio. Esta ocurrencia ocasionó una explosión de vivas y palmadas. ¿Y qué dices tú a todo esto, Manuel? le gritaron todos.
Tal fué la bomba de dinamita que don Angel Bellido hizo estallar sobre la mansa cabeza de Belarmino y la frente arisca de Xuantipa. Xuantipa, como más inconsciente, se dejó dominar por el espanto. Belarmino, con su intuición repentina de los sentimientos, comprendió lo que debía responder: Mala ocasión sería para embargarnos, ahora que no hay materiales en almacén ni apenas calzado en existencias.
Iza el trinquete, amaina la mesana, Aferra ese timon que imos perdidos; A la bomba,
Concluía la charlatana vieja su perorata, cuando ocurrió un suceso tan extraño, fenomenal e inaudito, que no podría ser comparado sino a la súbita caída de un rayo en medio de la comunidad mendicante, o a la explosión de una bomba: tales fueron el estupor y azoramiento que en toda la caterva mísera produjo. Los más antiguos no recordaban nada semejante; los nuevos no sabían lo que les pasaba.
Después de larga pausa, el maestro carpintero, con la mayor tranquilidad, como quien no dice nada, soltó la siguiente bomba: De modo, hijo, que por ahora y en mucho tiempo tampoco, no cuentes con las diez mil pesetas de que hemos hablado. Frasquito se puso pálido como un muerto. Quedó paralizado un momento y apenas pudo balbucir: ¡Cómo! ¿Ahora salimos con eso?
Pasó en revista las causas de la crisis y discutió sus efectos, con cifras y con datos, mientras daba a las alas de su nariz aquel movimiento de bomba aspirante, que tanto chocaba a Quilito.
Nuestra bomba no basta para desalojar el agua que entra. Subió a cubierta. La noche había cerrado y el golfo de Carpentaria ofrecía un espectáculo horroroso. Altas olas, con las crestas cubiertas de blanca espuma, iban hacia el Sur con terribles mugidos, rompiéndose impetuosamente contra los costados del junco.
Palabra del Dia
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