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Actualizado: 3 de junio de 2025
El chino, afectando candidez, con su sonrisa la más acariciadora dijo á la dama que escogiese el que más le gustase, pero la dama, más cándida y más acariciadora todavía, declaró que todos los tres le gustaban y se quedó con ellos. Simoun soltó una carcajada. ¡Ah, siñolía! ¡mia pelilo, mia luinalo! gritaba el chino dándose ligeras bofetadas con sus finas manos. El joyero continuaba riendo.
Creía que era su padre que venía a recogerla a bofetadas y a puntapiés como solía. Dime, hija mía... ¿has visto pasar dos coches? ¿Para dónde? contestó ella poniéndose en pie. Para arriba... uno con dos caballos y otro con cuatro con cascabeles... hace poco....
Ella había tenido la ilusión de figurarse a algunos con proporciones caballerescas... ¡Qué error y qué desilusión! ¡Y para eso se había envilecido como se envileció! Merecía que alguien le diera de bofetadas y que su marido la echara de aquel honrado hogar... Ignominia grande era venderse, pero darse de balde...! Al llegar a esto, lágrimas de ira y dolor corrieron por sus mejillas.
Dominado por la cólera mataba a patadas estrellándole los sesos a N por una disputa de juego; arrancaba ambas orejas a su querida porque le pedía una vez 30 pesos para celebrar un matrimonio consentido por él; abría a su hijo Juan la cabeza de un hachazo porque no había forma de hacerlo callar; daba de bofetadas en Tucumán a una linda señorita a quien ni seducir ni forzar podía.
Era un buen muchacho, que había seguido su carrera sin hacer daño a nadie. Apenas si se había peleado con los camaradas de las capeas cuando se quedaban con los cuartos por ser más fuertes. Unas cuantas bofetadas en ciertas disputas con los compañeros de profesión; un botellazo en un café: estas eran todas sus hazañas. Le inspiraba un respeto invencible la vida de las personas.
En los pueblos pequeños, donde la gente se pega de palos y bofetadas, la frialdad, la corrección y la gravedad de los duelos produce asombro y terror. Lo primero que se les ocurrió fué que don Rosendo deseaba matar a alguno. Sólo después de mucho tiempo comprendieron la razón de aquel aprendizaje. Don Rosendo lo tomó con el ardor y seriedad que merecía.
Muchas gracias; quede usted con Dios. Aléjeme a paso largo. Antes de llegar a la puerta de Paca ya oí ruido de bofetadas y lamentos. Algunas mujeres se mantenían sentadas delante de las viviendas o salas, como allí las llaman, departiendo en voz alta.
Su esposa se alegró de aquel retiro forzoso, aunque deplorase que viniera al seno de la familia con un hombro de algodón. Consideraba como virtud excelsa, privativa del militar, la energía lo mismo en el campo de batalla que tomando café en el casino. Sus disputas, sus baladronadas en este centro de recreo eran proverbiales en Peñascosa y las bofetadas que solía repartir al final de ellas también.
Un día dió aquí de bofetadas á Bonnand el tenor, porque no quería apresurar el movimiento en el dúo de Carmen... Ningún hombre ha podido nunca tenerla á su lado, tan mala y tan viciosa era, y... en fin, caballero, á nadie le gusta tener por amiga una individua que persigue á los hombres y á las mujeres á la vez. ¡Bueno! exclamó Campistrón; ya estás contenta.
Raro era el número de cada uno de ellos que no daba lugar a algunos bastonazos o bofetadas, cuando no a un desafío formal. Sin embargo, en éstos eran más parcos todos. Padrinos sí se nombraban por un quítame allá esas pajas; pero darse de sablazos o de tiros, ya era otra cosa. La contienda había enardecido los ánimos en la villa.
Palabra del Dia
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