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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
Lo mismo había hecho en tiempo de sus padres, de sus abuelos y tatarabuelos, y nunca se llevó la población: algunas casas la vez que más. ¿Y había de sobrevenir ahora la catástrofe?... El río era el amigo de Alcira: se guardaban el afecto de un matrimonio que, entre besos y bofetadas, llevase seis o siete siglos de vida común.
Al principio, la temperatura en el gabinete era bastante baja; pero no tardaba la atmósfera en caldearse. Como la habitación era mucho más reducida que el salón general, cuanto pasaba en ella parecía más extraño y más desordenado. Se bebía, se reía, hablaban todos a la vez, no oyendo sino sus propias palabras; se cambiaban declaraciones de amor, abrazos y, a veces, bofetadas.
Todo el pueblo se desvela En darle penas dobladas, Qual le da mil bofetadas, Qual sus blancas canas pela. Las manos que á Dios tuvieron Mil veces, hoy son tenidas De dos sogas retorcidas, Con que atras se las asieron. Al yugo de otro cordel, El humilde cuello lleva, Haciendo mil moros prueba, Quanto pueden tirar del.
Otras veces armábase la guerra por si la una se había puesto la ropa blanca de la otra o por si se habían robado objetos de su exclusiva pertenencia; pero una ráfaga de autoridad pasaba por la madre: había bofetadas, llantos y pataleos; las criadas reían en la cocina, y a la media hora todos tan contentos: Concha en el balcón, Amparo corría por la casa cantando como una alondra, y doña Manuela arrellanábase en su butaca con aire de soberana que acaba de administrar recta justicia.
Lo bueno es que ya no le pega a la mujer, porque en cuanto levanta la mano pierde pie y se cae al suelo». Isidora se echó a reír. En el mismo instante, Riquín le daba bofetadas. «No se pega, no se pega. Anda, cáscale duro... Déjale que pegue. Este va a tener más talento... Le criaremos para cura de escopeta y perro. Verás qué sermones salen de esa cabezota. ¿Verdad, hijo?
Ya lo veo, ¿pero antes no has devuelto ninguna de las bofetadas que te han dado? Ninguna. ¿Y para qué quieres entonces esas manazas que Dios te ha concedido? Si le hubiera pegado, me llevarían a la cárcel. Miguel volvió a mirarle de hito en hito, y quitándose el sombrero con afectado respeto, le dijo: ¡Oh, varón prudentísimo, yo te saludo!
Palabra del Dia
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