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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
«En la Pascua Florida, que agora pasó, porque un hombre que te trujo unos jamones pidió dos reales por la traída, embistió con él y le dió de bofetadas á mano abierta y de empellones y coces en el Oficio de Mateo de Sisa.»
En mis manos, cuidadas ahora con el esmero de las manos de una princesa, sentí bullir la comezón y el prurito de hartar a aquel inglés de bofetadas y de arañazos. Pero su corrección, su calma y su serenidad impasible me contuvieron y lo aguanté todo.
Aunque no esté bien averiguado todavía si es mejor llevar bofetadas que ir a la cárcel, no puedo menos de admirar tu profunda sabiduría... ¿Y por qué ha osado poner las manos en tu rostro virginal y aligerarte tanto de ropa? Mendoza un poco amoscado contestó: Porque le debía mes y medio de pupilaje. ¡Problema! exclamó Miguel.
Pero Piscis no pudo librarle de ciertas bofetadas que recibió la tarde de aquel domingo; no por falta de voluntad en el centauro, sino porque hay cosas que no pueden ser... vamos, que no pueden ser. ¡Cuán ajeno estaba el gallardo mozo al retorcerse las guías del bigote frente al espejo y aliñarse las mejillas con un jaboncillo que se hacía traer de Madrid, que una hora después habían de ser tan fiera y cruelmente machacadas!
Elena alegre con estas palabras como un pajarito en el árbol aparentaba no creerle, le tiraba del bigote, le daba suaves bofetadas en las mejillas, le tapaba la boca, «el frasco de las mentiras» como ella decía. Pero él, aunque enajenado por aquella lluvia de caricias, concluyó por mostrarse inquieto.
Pero a ti no te aborrezco, Máximo... Más bien te estimo. No puedo acceder a su ruego. Por segunda vez, Máximo, olvidando todo resentimiento, casi, casi deseando tu amistad, te lo suplico... Déjala. MÁXIMO. Imposible. Bien, bien... Me lo has negado por segunda vez... No tengo más que dos mejillas. Si tres tuviera para recibir de tu mano tres bofetadas, por tercera vez te pediría lo mismo.
Lo mismo que en los demás teatros en que le hemos visto, en aquéllas su único afán era armarla ... mejor cuanto más gorda. Si por epílogo había bofetadas, retemejor. Precisamente el esgrimir los puños era, como se habrá observado, su gran delicia.
Los remilgos eran fingidos, pero el que se propasaba se exponía a salir con las mejillas ardiendo. Las virtudes que había allí sabían defenderse a bofetadas. En general, se movía aquella multitud con cierto orden. Se paseaba en filas de ida y vuelta. Algunos señoritos se mezclaban con los grupos de obreros.
Yo decía el borracho con orgullo he ayudado a detener a más de una docena. Además, he repartido no sé cuántas bofetadas entre esa gentuza, que, luego de acorralada, aún hablaba mal de las personas decentes... ¡Buena tunda van a llevar!... ¡Viva la guardia civil! ¡Vivan los ricos! Y como si estas aclamaciones le secasen el gaznate, hizo una seña al Chivo, que acudió, presentando dos cañas de vino.
Hasta el formalito Zalamero se descompuso en aquella ruidosa ocasión, dando pitidos y chillando como un salvaje, con lo cual se ganó dos bofetadas de un guardia veterano, sin más consecuencias.
Palabra del Dia
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