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Actualizado: 19 de julio de 2025
Liados en blancos tafetanes, amarillos ya por el tiempo, halló dentro dos papeles escritos con clarísima letra del siglo XVI, que sin esfuerzo ninguno podían perfectamente descifrarse.
Watson preguntó á Robledo si les acompañaba á la Opera. No; voy haciéndome viejo, y me molesta ponerme de frac y guantes blancos para escuchar música. Prefiero quedarme en el hotel. Veré cómo acuestan á Carlitos... Le he prometido un cuento.
Ellas, unas seis ó siete muchachas, bien pintadas de carmin en los labios y mejillas, con grandes circulos negros en torno de los ojos para aumentar su brillo, enseñaban blancos brazos, dedos llenos de brillantes y piernas redondas y bien torneadas.
Unos carruajes ostentaban redondeles blancos con el centro cortado por la cruz roja; otros tenían como marca letras y cifras que sólo podían entender los iniciados en los secretos de la administración militar.
Sigue a los hombres blancos, y protégelos hasta las islas. Gracias, Uri-Utanate dijo el Capitán . Cuando llegue a mi patria diré que en la Papuasia hay hombres malos; pero que tampoco faltan los de corazón generoso.
Aunque el atractivo femenino no sea un obstáculo, no es sin embargo indispensable, puesto que la simpatía se encuentra con frecuencia entre personas del mismo sexo y que no asusta a los cabellos blancos.
Al fin me hallé frente a frente del administrador, un señor anciano, pálido, bigote y perilla blancos, traza de militar retirado y gorro de terciopelo azul en la cabeza. ¿Qué se le ofrece a usted? Esta pregunta me pareció tan inaudita, tan bárbara, que me quedé clavado en el suelo, mirándole con espanto. Vamos, caballero, ¿qué se le ofrece a usted?
Estos brazos anunciaban una mujer en plena posesión de todos los atractivos punzantes, de todas las graciosas curvas de su sexo: eran unos brazos blancos y tersos de virgen flamenca, firmes y macizos como los de una doncella de labor; lo mismo podrían servir de modelo a un estatuario que para arreglar una cama a las mil maravillas.
No ignoráis lo que ocurre en las silentes noches: el cuerpo que se escurre entre las suavidades de los ropajes blancos, las manos que se pierden por los turgentes flancos, el beso que provoca, los labios que se buscan y los lenguajes francos que van de boca a boca. Y sabéis, por fin, rosas, que el talismán eterno de las damas hermosas de anémicos suicidas ha llenado el infierno...
Admitían su rostro gracioso y picaresco, con la nariz algo respingada, la boca de un rojo sangriento, los dientes muy blancos y puntiagudos, y unos ojos enormes, aunque demasiado redondos. Pero aparte de su carita... ¡nada de mujer! «Es igualmente lisa por delante y por el revés decían . Parece un muchacho.»
Palabra del Dia
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