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Actualizado: 19 de julio de 2025


Todas las calles rectas, paralelas y cortadas con simetría; los techos rojos y los muros generalmente blancos; corrillos de gente, llenos de animacion, por todas partes; donde quiera tiendas y almacenes de modas, de objetos artísticos, conchas y curiosidades marítimas; un flujo y reflujo incesante en los numerosos hoteles, de viajeros que llegan ó se van; por todas partes algo destinado á la diversion, el entretenimiento ó el comfort de viajeros afluyendo de casi todas las comarcas de Europa.

Acudían de todos los pueblos del contorno a la fiesta de Sóller las rústicas familias: las mujeres con blancos rebocillos, pesadas mantillas y botones de oro en las mangas; los hombres con vistosos chalecos, capotes de paño y fieltros con cintas de color. Gangueaba la dulzaina llamando al baile; pasaban de mano en mano los vasos de dulce aguardiente de la isla y de vino de Bañalbufar.

Allá los hombres van con unos sombreros blancos y felpudos, casacas de color con los cuellos hasta el cogote, botas altas como las de la caballería; las mujeres con unas faldas como fundas de flauta, tan estrechas, que se les marca todo lo que queda dentro.

Forman asociaciones según los pueblos africanos a que pertenecen, tienen reuniones públicas, caja municipal, y un fuerte espíritu de cuerpo que los sostiene en medio de los blancos. Los africanos son conocidos por todos los viajeros como una raza guerrera, llena de imaginación y de fuego, y aunque feroces cuando están excitados, dóciles, fieles y adictos al amo o a los que los ocupa.

No podía llamársela hermosa; pero su fisonomía tenía tal animación, sus ojos brillaban con tanta gracia y su boca se plegaba con tal malicia al sonreír dejando ver unos dientes de ratón blancos y menudos, que siempre había tenido muchos adoradores.

Las tribus septentrionales de esta nacion se denominaban Toromonas; su dialecto, llamado lengua tacana, es uno de los mas duros de América. La tez de estos indígenas era mas morena que la de los Mocetenes; pero no tanto como la de los Apolistas, y mucho ménos todavía que la de los Aymaraes, los que comparativamente consideraban á los Tacanas como si fuesen blancos.

Le aplaudían como siempre, pero las demostraciones de entusiasmo eran más nutridas y calurosas en la parte de la sombra, donde los tendidos ofrecían filas simétricas de blancos sombreros, que en la parte del sol, viva y abigarrada, donde quedaban muchos en mangas de camisa bajo el chicharreo del calor solar. Gallardo adivinaba el peligro.

Pues así y todo, me gusta, ¡me encanta! ¡Es tan árabe todo esto! Parece que está uno viendo salir por estas cancelas las damas del tiempo de los reyes moros de Sevilla rebujadas en sus alquiceles blancos. Ustedes son las hijas de ellas, y en verdad que no desmerecen. Bien se conoce que es usted poeta... Pero siéntese bien, criatura; échese hacia atrás.

Por las vidrieras de las ventanas pasaban y repasaban, mecidas por el viento, las verdes copas de los árboles del jardín. La mesa era servida por criadas jóvenes, de rizados y blancos delantales. Sus caras, sanas y rojas como melocotones, daban una impresión de perfume primaveral semejante al de las flores que adornaban la mesa. Aresti estaba sentado al lado de su prima.

Yo no digo que no pidan los de Bargas; pero no van a otros pueblos a pedir. Ha pasado otra estación y las viejas han descendido con sus cestas y sus sacos. Y yo me quedo solo en el coche. A lo lejos, sobre la línea del horizonte, destacando en el azul límpido, aparece el enorme castillo de Barciense, y al pie resaltan los puntitos blancos de las casas enjalbegadas. Llego a Torrijos.

Palabra del Dia

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