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Sus formas los asemejan tambien á los Tacanas y Mocetenes; y sus facciones, mas afeminadas que las de los primeros, se aproximan mayormente á las de los segundos: su semblante se halla revestido, como el de estos, de una espresion notabilísima de dulzura; su cara es redonda, y el conjunto de su fisonomía nada desagradable.

Los Maropas ocupaban el gran valle del rio Beni, al pié de las montañas arboladas y húmedas de los últimos repechos de los Andes bolivianos: sus poblaciones estaban situadas sobre el curso mismo del Beni, teniendo por vecinos á los Tacanas hácia el sud y oeste, á los Cayuvavas de Moxos hácia el este, y algunas tribus salvages, poco conocidas, hácia el norte.

Las tribus septentrionales de esta nacion se denominaban Toromonas; su dialecto, llamado lengua tacana, es uno de los mas duros de América. La tez de estos indígenas era mas morena que la de los Mocetenes; pero no tanto como la de los Apolistas, y mucho ménos todavía que la de los Aymaraes, los que comparativamente consideraban á los Tacanas como si fuesen blancos.

La nacion de los Tacanas habitaba, al este y al nordeste de la nacion Apolista, en esas regiones de montañas y de llanos que en su idioma llaman estos indios Irimo . Su territorio se estendia desde Aten hasta mas allá de Cavinas; es decir, sobre una banda que va de norte á sud, y que se encuentra comprendida entre los últimos repechos de las cordilleras y el rio Beni, desde los 11 hasta sobrepasar los 13 grados de latitud sud.

Como á treinta leguas largas hácia el este, formaron con los Tacanas la mision de San-José, se encaminaron en seguida por tierra, y crearon sucesivamente las de Tumupaza y de Isiamas. Finalmente, embarcándose sobre el Boni, se trasportaron hasta el confin de las poblaciones salvages, y fundaron todavía la mision de Cavinas.

Del mismo modo que los Mocetenes y los Yuracarees, los Tacanas tenian casi todos la piel, por el cuerpo y en el rostro, maculada de pintas blancas.

Desde luego, acompañados por estos últimos, pudieron adelantar hácia las llanuras, en donde otros Tacanas dispersos los aguardaban. De este modo, y haciendo frente á las mas penosas fatigas, penetraron estos religiosos en el corazon de los desiertos para aumentar el número ya bastante crecido de sus procélitos.

Así es que en la Fábrica gozaban de detestable reputación, y eran tachadas de ávidas, tacañas y apegadas al dinero, y acusadas de cebarse en la ganancia abandonando su casa por un ochavo, al par que las de Marineda se jactaban de rumbosas, y se preciaban de mejores madres.

El pueblo de Cavinas, habiendo sido reducido posteriormente á las otras parroquias, se halla exento de pagar tributos; su poblacion compuesta de Tacanas, en el número de mil, no tiene mas gefe que su cura, quien está encargado de regirlos tanto en lo espiritual como en lo civil; él es quien conduce sus frutos para cambiarlos por los objetos que ellos desean.

No limitando sus conquistas á este primer paso, internáronse aun mas los franciscanos, llevados por un celo digno de los mayores elogios; y habiendo logrado reunir en la mision de Aten á los altivos Tacanas, se abrieron un vasto campo para proseguir su trabajosa empresa.