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Actualizado: 19 de mayo de 2025
El marqués de Vegallana, a quien sus viajes daban fama de instruido, declaró que los versos eran libres. Doña Anuncia se volvía loca de ira. ¿Con que indecentes, libres? ¡Quién lo dijera! La bailarina.... No, Anuncita, no te alteres. Libres quiere decir blancos, que no tienen consonantes; cosas que tú no entiendes. Por lo demás, los versos no son malos. Pero más vale que no los escriba.
Sobre la negra sotana con ribetes rojos descansaba la cruz de oro. Se apoyaba en un bastón de mando con cierta marcialidad, y las borlas de oro de su sombrero caían sobre su nuca grasienta, de una piel rosada y cubierta de pelos blancos.
De esta disposicion resulta la indicacion de la cina en las personas en las que predominan los jugos blancos, cuyo sistema digestivo está muy desarrollado, en los niños sobre todo.
Sí; parece un niño o una niña que se queja, contestó la nodriza. Y debe ser muy cerca. Fortuna gruñó de un modo amenazador y se acercó más a su amo, con el pelo del lomo erizado y enseñando sus blancos colmillos. Calla, Fortuna, calla, le dijo Juanito, dándole una palmada en la cabeza y mirando al mismo tiempo a la niña mendiga que lloraba amargamente.
Roto, despedazado y recogido así el velo que me había ocultado la realidad del panorama, se destacó limpia y bien determinada la línea de la costa sobre la faja azul de la mar, y aparecieron las notas difusas de cada paisaje en el ambiente de las lejanías y en los valles más cercanos: las manchas verdosas de las praderas, los puntos blancos de sus barriadas, los toques negros de las arboledas, el azul carminoso de los montes, las líneas plateadas de los caminos reales, las tiras relucientes de los ríos culebreando por el llano a sus desembocaduras, las sombrías cuencas de sus cauces entre los repliegues de la montaña... Todos estos detalles, y otros y otros mil, ordenados y compuestos con arte sobrehumano en medio de un derroche de luz, tenían por complemento de su grandiosidad y hermosura el silencio imponente y la augusta soledad de las salvajes alturas de mi observatorio.
No soy profeta, no puedo deciros cuál será el efecto que produzca en el público, pero el público mío, que lo componen mis impresiones, y que se oculta bajo mis blancos cabellos, oigo que dice: «Aquí hay un genio». Ya tendremos ocasión de hablar más despacio.
Al pasar el trasatlántico entre los buques inmóviles, corrían las tripulaciones a las bordas para saludarlo con gritos y agitación de gorras. Flotaban en las aguas, como harapos blancos, muchos pescados muertos, tendidos sobre el lomo, sacando el hinchado vientre.
Las jóvenes inclinadas sobre el carel de la embarcación sumergían con deleite las manos en el agua, dejándola deslizarse con ruido entre sus blancos dedos ceñidos de sortijas, charlaban, gritaban, reían y se apostrofaban de una embarcación a otra.
Créame usted, usted se acordará de mí y me dará la razon cuando tenga canas como yo, ¡canas como estas! Y el viejo abogado se cogía sus pocos cabellos blancos sonriendo tristemente y agitando la cabeza.
El intendente apareció en la pieza y balbuceó algunas palabras corteses. Aunque fuere día de trabajo, vestía sus mejores ropas, y para ponerse sin duda a la altura de la situación, habíase puesto guantes blancos.
Palabra del Dia
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