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Actualizado: 5 de octubre de 2025


Y además, no creía en la mujer fuerte. ¡Señor, si hasta la Biblia lo dice! ¿Mujer fuerte? ¿Quién la hallará?». Si hubiese conocido Paco Vegallana estos pensamientos de su amigo, que probaban la falsedad de su amor, le hubiera negado su eficaz auxilio en la conquista de la Regenta. Sólo el amor fuerte, invencible, podía disculparlo todo. A lo menos así lo decía la moral de Paco.

Nada mejor pensado, ni mejor escrito, ni más entusiasta á par que juicioso, ni más esmaltado de sentencias metafísicas, estéticas y morales, puede, en mi sentir, escribirse en elogio del príncipe de nuestros ingenios, Miguel de Cervantes Saavedra, á quien coloca Montalvo entre los mayores que ha habido en el mundo, y á cuyo Quijote sólo pone por cima la Biblia y la Iliada.

Ahora soy hombre formal, y voy a comprar mulas para venderlas a la Artillería; hombre de negocios, hombre que se puede poner delante del rey, , señor; porque es un hombre que paga la contribución, un hombre de orden, de ley, que no gusta de oír hablar del roío pueblo ni de la roía revolución; un hombre, en fin, más honrado que Dios, más caritativo que la roía Biblia».

La creación del mundo y primera culpa del hombre, es el primer capítulo de la Biblia convertido en comedia religiosa, careciendo, á la verdad, de enlace dramático propiamente dicho, y de un centro alrededor del cual gire la exposición poética, pero mostrándonos, bajo un aspecto más ventajoso, así la poderosa fantasía del autor, que se encumbra hasta perderse de vista, como también su arte imaginando las escenas más pintorescas.

No sólo en poder, sino hasta en fealdad, superan a Mefistófeles aquellas antiguas creaciones. Aunque sea rápidamente, sin la detención que tan grande asunto reclama, y a fin de no extralimitarnos y dar a este trabajo una extensión impropia del objeto a que se destina, algo debemos decir de la segunda parte del FAUSTO. Varias personas han llamado al FAUSTO completo la Biblia del panteísmo.

Vivía con su papá, que tenía no poco de respetable, que se ganaba la vida componiendo relojes, y que era fervoroso cristiano, aunque protestante, leyendo mucho la Biblia en sus horas de asueto. Ni se le podía acusar de excitación, connivencia o tolerancia en las transgresiones de su hija.

La capilla, espaciosa, seria y sencilla como todos los templos de los protestantes, no contiene cuadro ni adorno alguno. Como allí no se reunen los hombres sino para leer la Biblia, orar y ensalzar á Dios, sin confundirlo con el hombre bajo forma alguna, ni rodearle de ídolos rivales, la ausencia de imágenes y santos y de todo lujo ú adornos, es absoluta.

Las guerras religiosas del siglo XV en Europa son mantenidas de ambas partes por creyentes sinceros, exaltados, fanáticos y decididos hasta el martirio, sin miras políticas, sin ambición. Los puritanos leían la Biblia en el momento antes del combate, oraban y se preparaban con ayunos y penitencias.

No fué poco triunfo para Arias Montano que se hubiese dejado correr sin notas ni censuras la nueva poliglota; i atendidos los usos i estilos de la Inquisicion deberia mirarse como un raro portento que no hubiese comenzado esta causa por prender i encarcelar al insigne doctor que dirigió la obra, si no supiésemos que como en la poliglota se habian gastado tan grandes caudales, i su magnificencia i belleza la habian hecho famosisima en Europa; i como por otra parte llevaba el nombre del rei que habia mandado publicarla á sus espensas, Felipe II por su conveniencia i propia reputacion estaba precisado á no consentir en que fuese declarada la obra por mala, porque esto resultaria en menoscabo de su buen nombre; i así dispuso que la Biblia pasase á censura del padre Mariana, quien la dió favorable á Montano, no obstante que los jesuitas sus compañeros porfiaban en que le fuese adversa, ofendidos con lo mucho i mal que hablaba i escribia contra ellos el célebre Benito Arias Montano; de que dan testimonio los documentos rarisimos que publico por apéndice á esta historia para desengaño de los fanáticos que no creen en el artificio i maldad de los jesuitas.

Subieron por la Cuesta de San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto: ¿Es una capilla protestante?

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