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Actualizado: 2 de octubre de 2025


Cuando la iracunda planchadora le estrujaba entre sus manos, sentíase poseído de espanto, de amor, de respeto y de gozo, lo mismo que los héroes de la gentilidad cuando incurrían en el desagrado de alguna de sus diosas, tan bellas como terribles y vengativas. Caía de rodillas a sus pies pidiendo perdón, y se los abrazaba y besaba temblando de terror y voluptuosidad.

Cuando volvía de la Segada después de haber pasado algunas horas cerca de ella y entraba por los sucios arrabales de Vegalora, nuestro señorito dejaba escapar siempre un suspiro y se pasaba la mano por la frente. Allí se rompía el encanto. La nube brillante que le envolvía durante el camino volaba á unirse con las que el sol besaba antes de morir.

Y lo besaba con furia, lo aturdía con sus caricias, para disipar el mal recuerdo y recompensar al mismo tiempo la molestia reciente. Hizo responsable a su hermano de esta cólera de Ojeda, evocadora de malos recuerdos. Aquel imbécil sólo había nacido para hacerle daño.

5 Y acontecía que, cuando alguno se llegaba para inclinarse a él, él extendía su mano, y lo tomaba, y lo besaba. 6 Y de esta manera hacía con todo Israel que venía al rey a juicio; y así robaba Absalón el corazón de los de Israel.

Al oír Morsamor las palabras de Urbási, retrajo a su memoria la imagen de Beatricica y pensó tenerla allí presente y que ella le encadenaba entre sus brazos y le besaba y le acariciaba. Como si hiriesen otra vez sus oídos, percibió las palabras de la vieja gitana que le dijo en Sevilla la buenaventura. Los cabellos de Morsamor se erizaron de espanto.

Su vida se deslizaría en la monotonía del trabajo diario y del negro cuidado de la existencia, más negro todavía cuando estuviese sola. Y, en un impulso de ternura inquieta, que asustaba a la descuidada criolla, la besaba locamente repitiendo: ¡Oh! querida mía, no me dejes, no me dejes jamás...

El sol caldeaba el huerto, haciendo estallar las cortezas de los árboles; en las tibias madrugadas sudaba al trabajar, como si fuese mediodía, y a pesar de esto, la Borda cada vez más delgada y tosiendo más. Parecía que el color y la vida que faltaban en su rostro se lo arrebataban las flores, a las que besaba con inexplicable tristeza. Nadie pensó en llamar al médico. ¿Para qué?

Entonces me asaltó el triste y tardío deseo de poseer algún recuerdo suyo, un bucle, un lazo que conservase su melancólica fragancia peculiar. Lo hubiera guardado con la misma unción amorosa y sagrada con que Rodolfo besaba el gorrito blanco de Mimí. Porque la pobre muerta era un jirón de mi juventud que se iba para siempre.

Fernanda besaba con trasportes de entusiasmo a Granate; éste, como más pequeño, la abrazaba por más abajo de la cintura, y mientras tanto D. Juan hacía sonar riendo una bolsa de dinero.

Tendíase la niña boca arriba llevándole abrazado, le apretaba contra su pecho, le besaba, y a veces, olvidada de sus martirios, derramaba lágrimas de ternura. Pero cualquier rumor en la habitación contigua le hacía levantarse sobresaltada con el espanto en los ojos, arrojaba el gato lejos de y esperaba inmóvil lo que viniera. Casi siempre algún castigo cruel.

Palabra del Dia

crocus

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