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Actualizado: 24 de julio de 2025
Volvióse bruscamente y apoderándose de ellas las besó repetidas veces con frenesí, las llevó a su corazón, las puso sobre su frente. No, Clementina, no; no hay más mujeres que tú ... o si las hay, yo no lo sé, ni quiero saberlo.... Pero ¿es cierto eso que me has dicho?... ¿Es verdad que ya no me quieres?
No ocultaré que me hallaba en el acto de estampar un ardiente beso en los lindos labios de la Princesa, cuando oí una voz estridente, que al principio me pareció parte de mi sueño, y que decía: ¡Pero, hombre, si parece cosa, del diablo! No hay más que afeitarlo y ya tenemos al Rey hecho y derecho.
Ven, monina; ¡qué pícara es! tiene tus ojos, Gregoria. La besó, y la muchacha, en vez de devolver la caricia, soltó una carcajada estridente. ¡Ah! la tía Silda, ¡ja, ja, ja, ja! Y salió del cuarto riendo y haciendo cabriolas. Es una loca observó misia Gregoria, está furiosa porque nos vamos al Frigal, ¡figúrate!
4 Y Esaú corrió a su encuentro, y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron. 5 Y alzó sus ojos, y vio las mujeres y los niños, y dijo: ¿Quiénes son éstos? Y él respondió: Son los niños que Dios ha dado a tu siervo. 6 Y se llegaron las siervas, ellas y sus niños, y se inclinaron. 7 Y vino Lea con sus niños, y se inclinaron; y después llegó José y Raquel, y también se inclinaron.
Los jóvenes se echaron a reír y Pepe Vera le envió un beso en la punta de los dedos. María comprendió inmediatamente que aquella expresión no había sido dicha sino para hacerle volver la cara. No pudo menos de sonreírse y se alejó dejando caer el pañuelo. Pepe lo recogió apresuradamente y se acercó a ella, como para devolvérselo.
El no les disparaba el arcabuz: él les abría los brazos. Y le dio un beso a Guarocuya. Ya en la isla lo conocían todos, y en España hablaban de él.
En esto volvió de su desvanecimiento el galán pobre, y reconociendo a su bienhechora, le besó las manos, llámandola ángel y qué sé yo qué, muy gozoso de verla a su lado.
Salvador la pulsó, acariciándola como a un ángel o como a un niño, blanda y dulcemente. La fiebrecilla que, al atardecer, la enardecía, había remitido en el bienhechor reposo de aquellas últimas horas, y al esconder los ojos a la sombra ideal de las pestañas, el buen sueño reparador la besó en los párpados, hasta que, vigilada de cerca por el amor, se quedó dormida.
En presencia de aquella costa francesa besó Roger el preciado velo que le diera la bella Constanza de Morel, y besándolo hizo el juramento de conquistar con su valor fama digna de tan noble dama, ó perecer en la demanda.
Una oleada de fuego ha descendido hasta mi corazón. ¡Incomparable voluptuosidad! ¡Es un beso de Adela, la huella, la dulce huella de sus labios, la que reposa sobre los míos! ¡Oh! la conservaré entera, inalterable.
Palabra del Dia
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