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Actualizado: 24 de julio de 2025


39 Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa. 40 El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo de Judá pasaron al rey con la mitad del pueblo de Israel.

Ella entonces, en un arranque de impudor admirable, sin sombra de torpeza en el pensamiento, le echó al cuello los brazos, murmurando suplicante en su oído: ¡Bésame! Y él, estrechándola contra su corazón, la besó en la boca y en los ojos.

¡Buenos ojos le vean, padre! ¡Qué caro se vende! exclamó Eloisa, que desde que su protegido había recibido las sagradas órdenes no le tuteaba. Al mismo tiempo se levantó y le besó la mano con verdadero afecto.

Acércate, hija mía, acércate... Yo no puedo salir a recibirte. Tenía la pierna extendida y el pie rodeado de franela. ...Pero mi corazón va a tu encuentro; , mi corazón va a tu encuentro. Lacante dijo esto dos veces, como para convencerse bien a mismo. La muchacha se arrodilló al lado de su butaca y le besó la mano, en la que cayeron unas lágrimas.

Besó al niño en la frente, lo levantó en alto en sus brazos, se puso de pie sobre el borde de la ventana y se dejó caer de una altura de cuarenta metros. Su cuerpo se estrelló contra las piedras; el niño, sostenido en sus brazos, no había tocado el suelo, cuando fue recogido por los asistentes.

Pero ¿cómo ir allá?... «Señor, yo iré», dijo Méndez. En la canoa comprada por él arrostraría los peligros de un golfo impetuoso de cuarenta leguas entre dos islas donde tantas naos de descubridores se habían perdido, teniendo que luchar además con la furia de las corrientes. El Almirante le besó en los carrillos. «Bien sabía yo que sólo vos osaríais tomar esta empresa.

Imitaba acertadamente las maneras de la señora de Galba y la conversación casi reproducía literalmente la anterior, con una sola diferencia. Después que hubo informado a la muñeca de que no era su madre, y terminada la entrevista, añadió cariñosamente: «Que si era muy güeña, muy güeña, sería su mamá y la daría un beso

«Hola, ven acá, mujer, dame un beso y un abrazo» le dijo la señorita, atrayéndola a con maternal cariño. Adoración se frotó bien la cara y el cuerpo contra la cintura y falda de su protectora.

Luego echó pie á tierra y fué á encontrarse con su padre; pero éste, después de recibir un beso de ella, la repelió, mirando con severidad el traje varonil que llevaba. Te he dicho muchas veces que no quiero verte así. Los pantalones se han hecho para los hombres, ¡creo yo!... y las «polleras» para las mujeres.

El beso que Dios, al crearla, dio a su alma, viéndola tan bella, resuena aún en los cantares de aquel trovador admirable y produce divino encanto en los nobles espíritus que son capaces de sentirle y de comprenderle.

Palabra del Dia

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