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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Después de echarles la bendición se había inclinado sobre ella cuchicheándole maliciosamente al oído: "Con este no te casas por casarte". El carruaje paró. Descendieron. Instantáneamente se vio con él en la sala nupcial. Había un gran lecho, muy ancho y muy bajo; brillaba indecisamente el moaré de los almohadones.

Claro; ya sabré yo contestar a esos juzgamundos. Me alegro de haberle encontrado, pues la mentira corre que es una bendición. Pero, felizmente para la reputación de Lady Clara, el criado chino de su marido, único testigo ocular de la fuga, refirió que sólo la acompañaba la niña.

Una sensación que ya no conocía desde hacía años, una dulce sensación de calor, como la que se experimenta en el hogar paterno, penetraba y embriagaba mis sentidos. No osaba alzar los ojos, de miedo de que se disipara. La mano reposaba siempre en mi cabeza como una bendición del Cielo.

Os digo en conciencia que es una bendición de Dios tener una mujer que todo lo vea en la casa, que todo lo arregle y que de vez en cuando le arree á uno cuando se haga tumbón. Ven acá, Clavel, no te marches sin darme un abrazo, que lo necesito como los chotos la teta.

A la chica, que de suyo era tornadiza, la había agarrado el diablo por la, milicia y... ¡échele usted un galgo a su honestidad! Con razón decía uno: Algo tendrá, el matrimonio, cuando necesita bendición de cura.

Una noche, camino de mi alcoba, ocurrióseme hacer esta pregunta: Angustias, ¿Qué hacen los muertos de la capilla, en la noche? Y la india, sin titubear, contestó: Juegan al ajedrez. Yo que casi todas las noches, al requerir la bendición de mi padre, lo encontraba en la biblioteca jugando al ajedrez con don Pepe Dávalos, Presidente Municipal del pueblo comarcano, no me sorprendí de la respuesta.

Saleta, que hacía el cuarto, hablaba con el capellán sentado detrás de él. En torno de la mesa había tres o cuatro personas de pie mirando el juego. Cerca del noble maestrante se hallaba Josefina con los bracitos cruzados esperando su bendición para irse a la cama.

La ceremonia fue muy triste: el padre Ambrosio nos dio la bendición, mi administrador general y mi mayordomo fueron nuestros testigos. Nadie más asistió. Después de esto, Amparo quedó sola conmigo. Yo estaba sobrecogido. No sabía hasta qué punto era grave el paso que acababa de dar. Y la gravedad de este paso no me asustaba por ; me asustaba por ella.

19 Y ella respondió: Dame una bendición; pues que me has dado tierra de secadal, dame también fuentes de aguas. El entonces le dio las fuentes de arriba, y las de abajo. 20 Esta pues es la herencia de la tribu de los hijos de Judá por sus familias. 21 Y fueron las ciudades del término de la tribu de los hijos de Judá hacia el término de Edom al mediodía: Cabseel, y Edar, y Jagur,

Palabra del Dia

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