Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de junio de 2025
Apolonio y Belarmino... se abrazan en un abrazo callado, prieto, efusivo y fraternal. Nunca te he odiado; lo juro dice Apolonio, al cabo . Nunca te he odiado, aunque tú me despreciabas. Nunca te he despreciado murmura suavemente Belarmino. Es la primera vez que se hablan, y se tratan de tú con espontaneidad, porque en el misterio del pecho eran íntimos el uno del otro, desde hace muchos años.
Eso no hace nada. Pero revengamos sobre el amado Belarmino. No me puedo pasar sin él. Yo vengo para visitarle cada semana o cada quince días, durante diez años, a despecho de esta cuesta abominable que yo debo subir para llegar.
Quita allá, hombre de Dios se apresuró a decir el señor Bellido . ¿Pero es que yo he hablado de embargarte? He dicho que si quisiera.... Pero qué lejos está de mi ánimo.... Y más ahora que el señor Coliñón vos apoya.... No es que nos apoye declaró el sincero Belarmino.
Y salió, con perfumado revoloteo de faldas, sin haber dejado en todo el tiempo de su permanencia un solo resquicio por donde Xuantipa o Belarmino hubieran podido colarse a decir esta boca es mía. Esta escena se repetía casi a diario.
Belarmino resolvió que Xuantipa ya no existía; que no existía Bellido, el usurero; que no existían Apolonio, ni su hijo, el seductor de Angustias; que no había existido el rapto ¡cuánto trabajo le costó suprimir de su alma esta pretendida alucinación o realidad ilusoria...! . Angustias, ésa sí que existía; como que la había concebido y creado él; era la hija de su alma y de sus entrañas: ¿no había de existir?
Y ahora se me representa en el recuerdo la imagen de Belarmino, zapatero filósofo, que vivía también en Rúa Ruera, tipo casi fabuloso, al cual pertenece precisamente la anterior teoría sobre las palabras: «La mesa, decía, se llama mesa porque nos da la gana; lo mismo podía llamarse silla; y porque nos da la gana llamamos a la mesa y a la silla del mismo modo cuando las llamamos muebles; pero lo mismo podían llamarse casas; y porque nos da la gana llamamos a los muebles y a las casas del mismo modo cuando los llamamos cosas.
Belarmino, con el tecnicismo de su inventiva, había dicho, traducido al pie de la letra: «Fuera de la zapatería, e inscripto en el círculo de mi ortodoxia, que así puede llamarse círculo como cuadrado, puesto que la ortodoxia es la conciliación de los contrarios, soy fanático, y aún más, incendiario violento; pero fuera de mi centro propio y dentro de la zapatería, soy indiferente.
Xuantipa se perdió por una puerta de la trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas que yacía sobre el mostrador: Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. Tú haces el calzado sedicioso, republicano.... Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético.
Pero, ¿y su hijita de sus entrañas? Cuando Belarmino decía entre sí «hija de mis entrañas», la frase adquiría casi sentido literal. Cuando abrazaba y besaba a su hija, o la miraba en adoración, o pensaba en ella, sentíase más madre que padre. Lo cierto es que Angustias no era hija de Belarmino, sino de una hermana suya que, a poco de morírsele el marido, murió ella de sobreparto.
Solía impacientársele el Inteleto a los postres, y tan pronto como Xuantipa se levantaba a fregar la loza, Belarmino se evadía furtivamente al Círculo republicano. Después, lo de siempre: irrupción violenta de Xuantipa, retorno aflictivo, este o aquel cliente, todos morosos, el óptimo Colignon, el pésimo Bellido, la imposible Felicita.
Palabra del Dia
Otros Mirando