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Actualizado: 23 de julio de 2025
Pues ¿y la cuñada mademoiselle Dosne, la ninfa Egeria del presidente?... Era cosa graciosísima verla coser los botones de la bata de son beau-frère Adolphe... Parecía el ama de llaves de un notario acomodado. ¡Era una trinidad deliciosa!
El notario corrió hacia la viuda desmayada y se puso a buscar con prisa febril entre los pliegues de su bata para encontrar la prueba escrita. Los esfuerzos resultaron infructuosos. Temblaba de impaciencia y de ansiedad, pensando que se hubiera perdido el precioso papel. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Marta, no es posible! Marta, Marta.
Exhalóse al cabo en murmuraciones contra, la Providencia, y le vino la tentacion de creer que todo lo regia un destino cruel que á los buenos oprimia, y hacia que prosperasen los caballeros verdes: que uno de sus mayores sentimientos era verse con aquellas armas verdes que tanta mofa le habian acarreado. Pasó un mercader, á quien se las vendió muy baratas, y le compró una bata y una gorra larga.
Sin embargo, en días posteriores, menudearon las exigencias de la impura. Pidió un boa, jabón de olor, un palanganero, chambras bordadas y una bata.
Si estuviera aquí mucho tiempo, acabaríamos por reñir y pegarnos. En el fondo odio a los hombres; he sido siempre su más terrible enemiga. Oyeron a sus espaldas el roce de la bata que arrastraba Cupido con grotescos contoneos: se aproximaba al balcón con doña Pepita para contemplar el amanecer.
Las mangas de la bata, sueltas y muy cortas, descubrían unos brazos blanquísimos, dorados por ese vello apenas perceptible que tienen algunas frutas antes de estar manoseadas.
Sin embargo, por las mañanas antes que el barbero llegase, cuando tío Manolo envuelto en su bata le esperaba sentado en la butaca leyendo los periódicos, tenía todo el aspecto de una ruina venerable: aun después de salir fresco y rozagante del cuarto, un ojo experto y curioso podía notar en ocasiones, en que andaba la tintura descuidada, ciertas vislumbres de plata en la raíz de la patilla.
Arrastraba aquella mujer una astrosa bata de lana roja con cuadros negros, que parecía haber servido de alfombra en un salón de baile de Capellanes. «Guárdeme la tienda un ratito le dijo la Sanguijuelera , que voy con mi sobrina a un recado... ¿No conocía usted a mi sobrina? ¿Ve usted qué moza?... Isidora, esta señora es una amiga..., pared por medio.
Durante este tiempo, madama Scott conversaba con el cura, y Juan, mientras respondía a las preguntas de los niños, no dejaba de mirarla. Llevaba un traje de muselina blanca, pero ésta desaparecía bajo una verdadera avalancha de voladitos de valencianas. La bata estaba abierta en cuadro por delante.
Marcha delante, enséñanos el atajo hasta Cebre. ¿No lo sabe el señorito? Sí tal, pero a veces me distraigo. Como ya dos veces había repicado la campanilla y los criados no llevaban trazas de abrir, las señoritas de la Lage, suponiendo que a horas tan tempranas no vendría nadie de cumplido, bajaron en persona y en grupo a abrir la puerta, sin peinar, con bata y chinelas, hechas unas fachas.
Palabra del Dia
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