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Actualizado: 11 de junio de 2025
Sería, pues, fácil remontar el barranco en su largo curso sin tener necesidad de servirse de las manos para salvar los accidentados obstáculos de su cauce, pero quien ama la naturaleza y la quiere gozar de cerca, abandona el pequeño sendero y se lanza con entusiasmo por el estrecho espacio abierto entre sus bordes. Desde los primeros pasos se halla como separado del mundo.
Capítulo adicional. El barranco de las Calaberas. A una hora de la ciudad de Teruel, próximamente, se halla el pueblo de Concúd, en cuyas inmediaciones está el barranco objeto de estos renglones: la arcilla terciaria forma su base: es un depósito de huesos fósiles en bancos de mucho espesor, alternando con alguno de conglomerado y calizo.
Así, de musgo á musgo y de planta á planta, en la multitud infinita de células orgánicas, se encuentra aún el caudal de aguas corrientes del arroyuelo, desde, el principio al fin del barranco. Es verdad que no se ve esta corriente, que no se oye su murmullo, pero se adivina y se goza la dulce frescura que esparce por la atmósfera.
La lluvia había crecido de una manera espantosa: un torrente bajaba por la Cuesta de los Ciegos y otro por la de los Consejos; la calle recogía estas dos vertientes y arrojaba hacia el puente un barranco fangoso. Ella continuaba sin ver; sentía que sus pies se enterraban en fango; el ruido era horrible.
Rápidamente, se apoderó del látigo de Catalina, y de pie, pálida como una muerta, descargó varios latigazos sobre los lomos del caballo, que partió a escape. El trineo volaba entre la maleza, inclinándose ya a la derecha, ya a la izquierda. De repente se sintió un choque, y Catalina, Luisa, la paja, todo rodó por la nieve en el declive del barranco.
Al otro lado del barranco hay un corral , en que se hallan aun después de haber sacado muchos los curiosos, bastante cantidad de huesos: la crónica de la provincia dice que en otro tiempo existía una cueva, donde se vieron huesos en una capa de tierra de mas de sesenta pies de altura. El barranco de las Calaberas, es acaso el mas admirable depósito de fósiles que se encuentra en toda Europa.
En tanto la refriega había cesado, y el Majito, con la cara soplada, los ojos encendidos, el corazón hirviendo de rabia, se había subido a una colina de las inmediatas al barranco, y desde allí gritaba que iba a matar a uno y a reventar a seis si no le devolvían su sombrero. Los que subían del río eran como de doce años, descalzos, negros, vestidos de harapos. El uno traía una espuerta de arena.
El riachuelo que riega casi todas estas huertas, sangrado por mil acequias, pasa al lado de la que visitamos: se forma allí una presa, y cuando se suelta el agua sobrante del riego, cae en un hondo barranco poblado en ambas márgenes de álamos blancos y negros, mimbrones, adelfas floridas y otros árboles frondosos.
-No hay camino tan llano -replicó Sancho- que no tenga algún tropezón o barranco; en otras casas cuecen habas, y en la mía, a calderadas; más acompañados y paniaguados debe de tener la locura que la discreción.
Hasta la luz del sol parecía lúgubre bajando al fondo de este barranco tamizada por una áspera vegetación y reflejándose pálidamente en las aguas muertas. Batiste pasó la tarde tirando. En su faja quedaban ya pocos cartuchos, y á sus pies, como montón de plumas ensangrentadas, tenía hasta dos docenas de pájaros. ¡La gran cena!... ¡Cómo se alegraría su familia!
Palabra del Dia
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