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Actualizado: 11 de junio de 2025
Una de estas alcanzó a una mujer y la detuvo en su camino, obligándola a retirarse con la mano en un ojo. Muchos chiquillos se retiraron también berraqueando, porque el dolor les enfriaba los ánimos, dando al traste en un punto con todo su coraje. El barranco de Embajadores, que baja del Salitre, es hoy en su primera zona una calle decente.
El puente tenía tres arcos. En el primero, tendido boca abajo sobre la húmeda arena, se hallaba un hombre pobremente vestido. A su lado se veía un zurrón de sucio y remendado lienzo y un garrote. A unos quince pasos de distancia, en la orilla del barranco, se alzaban unos espesos y grandes carrizales cuyas hojas, abrasadas por el ardiente sol del verano, tenían un color rojo amarillento.
Un barranco en la batalla de Waterlóo sepultó todas las glorias de dos décadas luminosas, todo el mundo napoleónico, y libertó á la Europa. ¿De qué accidentes fortuitos dependerán los destinos de Filipinas? Sin embargo, no es bueno fiarse en lo eventual; hay una lógica imperceptible é incomprensible á veces en las obras de la Historia.
En cada barranco, en cada depresión del suelo, se verifica el mismo trabajo oculto, y el torrente del valle, alimentado por tanto riachuelo que baja de las alturas, reanuda su carrera, interrumpida por el frío invernal.
A la derecha del Donon se extiende el barranco de las Mineras, que sirve de cauce a un torrente en la época del deshielo y que baja desde la cumbre de la sierra hasta lo hondo del valle.
No obstante, el cazador Materne, antes de regresar a los parapetos, quiso convencerse de ello; y acercándose cuanto le fue posible al barranco, acompañado de su hijo Kasper y de otros varios, se apoyó en un árbol y apuntó con lentitud hacia el oficial de los bigotes rubios. Cuantos presenciaron la escena contuvieron la respiración, temerosos de que fracasara la prueba.
A los peces del Mediterráneo los conocía mejor, y llegaba á tenerlos por buenos católicos, ya que proclamaban á su modo la gloria de Dios. De pie junto á la borda, en las tardes cálidas del Trópico, contaba, para honra de los habitantes del lejano mar, el portentoso milagro del barranco de Alboraya.
Es de notar que casi todos los que se han ocupado del barranco de las Calaveras, han creído encontrar en él huesos humanos en estado fosíl, a cuya creencia ha contribuido no poco, la tradición que aun se conserva, de haberse dado una gran batalla en aquellos llanos en tiempos remotísimos.
Es cierto que en este barranco, al igual que en toda la tierra, la batalla de la vida por el goce del aire, del agua, del espacio y de la luz, no cesa un instante entre las especies y las familias vegetales; pero esta lucha no ha sido regularizada todavía por la intervención del hombre, y parece que en medio de estas plantas tan diversas y tan graciosamente asociadas, nos encontramos en una república federativa en la que cada vida está garantizada por la alianza de todas.
Este tiene cerca de doscientos pasos de largo, treinta de ancho y ochenta de profundidad: la línea de la colina que bordea el barranco es de una peña parda de cal, mas o menos dura, en capa de dos y tres pies de grueso, llena de conchas terrestres y fluviales: hay también en el centro de las mismas peñas muchos huesos, que Bowles cree que son de buey y dientes de caballo y de jumento, con otros huesecillos de animales domésticos.
Palabra del Dia
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